En la piel de Hercule Poirot

Los Angeles, California - Resulta extremadamente fácil asociar la palabra “clásico” al trabajo de Kenneth Branagh en la pantalla grande. Al principio de su carrera, el artista británico capturó la atención de la industria del cine y de los críticos dirigiendo y protagonizando versiones definitivas de obras de Shakespeare como Henry V, Much Ado About Nothing y Hamlet.

El cineasta regresa a la pantalla grande adaptando el misterio clásico de Agatha Christie Murder On the Orient Express (que esrena en la Isla este jueves), con un elenco impresionante que incluye a Judi Dench, Derek Jacobi, Penélope Cruz, Johnny Depp, Willem Dafoe y Michelle Pfeiffer.

Una de las mejores cualidades de la versión de Branagh es que la trama no llega preservada en un aire de reverencia. El filme es claramente resultado del trabajo de un director que ha empujado su talento con proyectos de diferentes géneros, entre esto versiones nuevas de Cinderella o Jack Ryan y el primer filme de Marvel que estableció la mitología de Thor en la pantalla grande.

Al igual que en sus adaptaciones de Shakespeare, en esta ocasión Branagh también regresa a los cines en el rol protagónico de Hercule Poriot, personaje que no tiene ningún problema en declararse “probablemente el mejor detective de el mundo”. Durante un aparte exclusivo con El Nuevo Día durante un día de prensa para promover su nueva película, Branagh nos habló sobre su arma secreta para llevar clásicos a la pantalla grande y del privilegio de seguir aprendiendo lecciones frente y detrás de las cámaras.

¿A quién descubriste primero, a Shakespeare o Agatha Christie?

—Me parece que descubrí los dos al mismo tiempo. Lo gracioso del caso es que en mi casa no había ni un solo libro cuando yo era chico. Yo crecí en una familia de clase trabajadora y mis padres eran extremadamente inteligentes, pero solo se dedicaban a leer los periódicos. Nunca se me olvida la reacción de mi padre, a quien yo siempre adoraba, cuando llegué a casa después de haber comprado mi primer libro. Me recuerdo que lo compre en un Woolworth y que me costo 25 centavos. En ese momento, no me imaginaba algo más emocionante que ser dueño de un libro, pero cuando mi padre lo vio me dijo, “¿por qué hiciste eso? ¿Tu pagaste por un libro? Existen las bibliotecas públicas, si te interesa un libro, vas lo pides prestado y lo devuelves. Estamos pagando por todos esos libros con nuestros impuestos”. Y yo le dije, “pero no te puedes quedar con ellos”. Y él me miró como...

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