Pingüinos DANZANTES

Por Juanma Fernández-París

Especial El Nuevo Día

Ese primer filme quedó aplasto por su panfleto ecológico y sufría de personalidades cinematográficas múltiples, sometiendo a su protagonista a una jornada que dejó a los cinéfilos más jóvenes sin sueño. Sin embargo, la Academia le entregó un Oscar (Mejor Filme Animado) validando su consciencia sociopolítica y el público pagó por las taquillas.

Este último dato es lo que nos trae al estreno de "Happy Feet 2", un filme que afortunadamente es una confección fílmica mucho más liviana y efectiva que la primera entrega.

El director George Miller, quien primero explotó la furia letal de Mel Gibson en las cintas de "Mad Max" y luego logró que un cerdo hablara en los filmes de "Babe", retiene sus buenas intenciones, pero esta vez entrega una película que tiene cohesión dramática y que provee entretenimiento inofensivo para toda la familia.

El filme no sufre de ser un chicle estirado, algo que le restó a todas las secuelas de "Shrek", pero no tiene la efectividad orgánica de una secuela efectiva como "Kung Fu Panda 2". Aquí todo, incluyendo la trama y los visuales, van en función de las preocupaciones globales del director australiano.

Con esta producción, la mayoría del público tendrá la oportunidad de ver a criaturas adorables hablar, cantar y bailar. Para Miller es una oportunidad para tratar de retratar las diferentes formas en que reaccionamos ante un desastre, cómo todas las acciones traen consecuencias a nivel global y un poquito de análisis intelectual sobre la ley de atracción y las limitaciones de la fuerza de la voluntad.

Además, la película nos presenta a Robin Williams como un pingüino que quiere encontrar a su alma gemela, Hank Azaria como el único pingüino que puede...

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