Pistas para una gran carrera

LUIS SANTIAGO ARCE

larce@elnuevodia.com

an casi cuatro décadas desde que "abrieron las compuertas y está en carrera" el veterano Norman H. Dávila como narrador hípico, una de las voces más célebres en la historia del deporte nacional.

Y pensar que su mayor anhelo de juventud era convertirse en pelotero profesional, inspirado por aquellos Senadores de San Juan que tanto seguía "por llevar la contraria", pues tanto en su hogar como en su vecindario en la calle Loíza, vivía rodeado de la grey de los Cangrejeros de Santurce.

Paradójicamente ese deporte le produjo muchas alegrías y una gran frustración. El espigado Norman, que estudió hasta cuarto año en la Academia Sagrado Corazón de la Parada 20, había pasado a la Universidad Católica en Ponce y entró al equipo de pelota.

Hacia 1963, cuando también jugaba con Cataño en el torneo superior, fue a un juego de exhibición de la Católica contra un equipo improvisado del área en un parque en pobres condiciones, sin loma de lanzar, y ahí sufrió una lesión en el hombro del brazo de tirar. Entonces no había operaciones para tratarse y seguía activo usando cualquier remedio disponible, aunque después pasara varios días sin mover el brazo.

"Aquello fue un trauma muy duro", asegura el hijo de don Norman Hopgood y doña Elena Dávila, nacido en 1943. "Jugué como dos años más, pero sabía que no tenía ningún tipo de futuro jugando béisbol". Sin embargo, halló una cura inmediata: el periodismo deportivo.

Al graduarse de la Católica, el entonces editor deportivo del periódico El Mundo y apoderado de Cataño, Joaquín Martínez Rousset, se lo llevó a trabajar a la redacción. Un año después, aquel joven periodista que había sido miembro de la Federación de Universitarios Pro Independencia (FUPI), renunció al rotativo, molesto porque nombraron como jefe deportivo a un extranjero por encima de Víctor Luis Rivera ante la renuncia de Martínez Rousset, quien se fue a dirigir la oficina de prensa de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1966 en San Juan.

"Después entendí que realmente no había hecho nada heroico. En mi casa tenía cama y comida. Nadie dependía de mí", admite Dávila, quien luego también trabajó en el comité de los Juegos del 66, donde vivió la gesta Juan 'Papo' Franceschi y la convulsión política que creó la presencia en la Isla la llegada de la delegación cubana a la Villa.

Cinco años después hacía pininos radiales junto a José Miguel Agrelot, y el entonces narrador, Pito Rivera Monge, pasó al equipo...

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