El plan de salida

El Puerto Rico que habíamos conocido hasta ahora se derrumbó para siempre el miércoles, 3 de mayo de 2017, a las 11:32 de la mañana, cuando la Junta de Supervisión Fiscal invocó el Título III de la ley federal PROMESA para declarar en bancarrota al gobierno del Estado Libre Asociado (ELA).

Tuvo el país que conocíamos, para no perder la tradición, una despedida con bailes, luces y fuegos artificiales, digna de sus mejores tiempos.

El desenlace se produjo justo cuatro meses después de entrar en funciones una administración que llegó al poder repitiendo las viejas y malas costumbres de todas las que le antecedieron: haciendo promesas totalmente divorciadas de la realidad, trayendo así al redil a toda suerte de incautos que, ignorando la potente verdad que palpitaba a su alrededor, creyeron, bendito, que no había ningún problema y que, si lo había, podíamos superarlo sin que nadie sufriera.

El último simulacro, pues, duró solo cuatro meses y nos toca mirar la verdad voraz y peluda que siempre estuvo ahí, haciéndonos muecas, aunque muchos pusieran un empeño verdaderamente memorable para no verla: la deuda que se podía pagar de verdad no se puede pagar; los bonistas que solo querían a alguien en quien confiar resulta que lo que quieren es que se le pague todo lo que tan insensatamente prestaron aunque haya que cerrarles tanques de oxígeno a unos cuantos y el gobierno grande y bonito que nos cuidaba de cuanta amenaza hubiera o pudiera haber lo van a rehacer de pies a cabeza sin que podamos decir o hacer nada.

De ahora en adelante, todo lo que pueda importar en cuanto a asuntos gubernamentales o fiscales para los puertorriqueños va a ser dilucidado en la sala de la jueza federal Laura Taylor Swain, entre los bonistas y la Junta de Supervisión Fiscal.

Los puertorriqueños, mientras eso ocurre, vamos a estar mirando todo el proceso como desde detrás de una pared de cristal, gritando, llorando, pataleando, pero incapaces de hacernos oír. Tenemos ante esto solo dos opciones: o seguimos devorándonos entre nosotros mismos o empezamos a preparar el plan de salida.

Todo el mundo aquí tiene una idea distinta de qué hacer para recuperar el país que perdimos gracias a administradores de un nivel de incompetencia casi criminal y a los fanáticos que les aplaudían todas sus gracias. Algunas ideas tienen valor y otras son puras fantasías idénticas a las que nos trajeron a esto. Qué sirve y qué no es algo que tendremos que ir dilucidando en el camino.

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