El poder del pudor

ÁNGEL DARÍO CARRERO

ESCRITOR

Existe, pues, una inquietante relación entre pudor y poder que, a estas alturas del despertar democrático de nuestra ciudadanía, conviene estudiar.

El pudor no se refiere fundamentalmente a un modo recatado de vestir, sino a algo mucho más profundo: a la protección del ser más íntimo de la persona. El pudor nos defiende del escaparate succionador de la esfera pública. Es el trazo de discreción, de privacidad que impide que seamos reducidos o comidos por la generalidad. Resguardar la parte más íntima de uno mismo es condición esencial para ser verdaderamente alguien y no un ente impotente diluido en la masa social. Sin intimidad nos convertimos, tarde o temprano, en marionetas huecas disponibles para la manipulación ventrílocua, en el ámbito personal y también en el de nuestra vida sociopolítica. El pudor salvaguarda la columna vertebral de nuestro ser, lo que nos permite seguir caminando erguidos, como personas y como ciudadanos.

De hecho, fue Max Scheler quien con su ojo de fenomenólogo ayudó a superar la interpretación psicoanalítica del pudor como represión, situación para la que se buscaba consecuentemente una desinhibición liberadora. Scheler creía lo contrario, que la pérdida del sentido del pudor no libera, más bien degrada al ser humano. Desacraliza a la persona, convirtiéndola en objeto, en mercancía disponible.

Es, paradójicamente, el pudor, como velo sacralizador del individuo, lo que permite el despliegue libre y responsable no sólo de nuestra corporalidad y sexualidad, sino también de nuestra ciudadanía.

Jean Baudrillard afirmaba con entera razón que "la obscenidad comienza cuando ya no hay espectáculo, ni escena, ni teatro, ni ilusión, cuando todo se hace inmediatamente transparente y visible, cuando todo queda sometido a la cruda e inexorable luz de la información y la comunicación".

¿No vivimos, acaso, en el reino de la más obscena y peligrosa impudicia? Constantemente, aparecen nuevos programas dedicados a revelar públicamente las intimidades y secretos de las personas. Son dos tipos de enfoques para un mismo resultado. Unos instan a los individuos mismos a confesar sus secretos en público. Otros se dedican a rastrear, por todas las vías imaginables, las intimidades de quienes se resisten a ello. Lo cierto es que voluntaria o involuntariamente, la gente es orientada o presionada a revelar sus interioridades. A la menor oportunidad un entrevistador se vuelve gozosamente procaz y le suelta...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR