Poeta de espíritu y oficio

Por Ana Teresa Toro

ana.toro@elnuevodia.com

No es cuestión de exagerar, pero ese lugar, literalmente, es un poema. No sólo porque alrededor de todas sus paredes haya decenas de canvas escritos con poesía, sino porque la historia de cómo un edificio histórico justo frente a la Plaza de Armas en el Viejo San Juan pasó a convertirse en un hogar para los amantes de la poesía es una verdadera épica digna de contarse.

La historia la protagoniza la poeta sanjuanera Lady Lee Andrews, quien con alrededor de cinco poemarios a su haber dedica buena parte de sus días a ofrecer talleres a estudiantes de las 47 escuelas superiores que se han integrado al proyecto "Poetry Out Loud", un programa de competencias de declamación de poesía en inglés adscrito al Instituto de Cultura Puertorriqueña.

El camino recorrido hasta allí comienza en la calle Sol 411. La conocimos bajo la luna llena de la pasada semana, como si el ciclo lunar nos advirtiera que escucharíamos uno de esos relatos en los que todo tiene un orden y un propósito. Llegamos al Poet's Passage, refugio de todo aquel que encuentre nervios vivos en las palabras. Nos recibe Lady Lee Andrews, oculta tras una pollina coqueta de rizos perfectos que, como una cortina, nos dejan ver de vez en cuando un par de ojos tímidos. También nos saluda el chihuahua, un minúsculo amiguito que va de lado a lado recordándonos lo que es evidente: el lugar está lleno de vida.

Aunque ha vivido la mayor parte de su vida en San Juan, la poeta recuerda con particular cariño el año que vivió junto a su madre y hermanos en Río Grande.

"Me encantaba la escuela; en primer grado le pedí a la maestra declamar un poema en la graduación. Para mí era tan importante poderlo compartir, era demasiado lindo para tenerlo una sola", cuenta la poeta que siempre lo fue, aun sin saberlo.

"Me fascina el carácter de las personas, los mundos interiores y la naturaleza. Yo miraba la luz perfecta que bajaba del cielo, pasaba por las hojas y atravesaba el río y yo quería recordar lo que veía y comencé a recrearlo con palabras en mi cabeza. Memorizaba pero tardaba muchísimo", dice la hija de una puertorriqueña y un australiano.

"Una vez mi mamá me escuchó y me pidió que lo repitiera. Para mí fue terrible porque pensé que yo le había robado algo a El Yunque. Ella fue copiando y me lo repitió. Para mí eso fue un milagro porque no sabía que eso se podía hacer. Ahí fue cuando mi madre supo que estaba lista y, antes de ir a la escuela, me enseñó a leer y...

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