Un poeta sigue caminando

VANESSA DROZ

ESCRITORA

"Segovita", lo interpela ella desde atrás, tocándole el hombro: "¿Estás bien?" El poeta se vuelve y, en un hilo de voz -el mismo hilo de voz con el que ha estado leyendo, incansable, sus poemas por más de una semana- le contesta que sí, que está bien. Él va en el asiento del frente de la "van" para poder estirar sus piernas, para que su cuerpo padeciente no sufra tanto los rigores de cinco horas de viaje por tierra.

Desde ahí tiene, también, la mejor vista del camino que se mueve.

Ella, María Luisa Capella, compañera del poeta por veintitrés años, va inmediatamente detrás, en el primer asiento democrático de esa camioneta que nos traslada desde Aguascalientes a San Luis Potosí a lo largo de un tortuoso trayecto de curvas y cuestas por las que el chofer, acostumbrado a tan insólitos meandros, sólo siente la necesidad de pegar freno cuando se enfrenta con algún vehículo más grande que éste, que transporta a seis escritores de variadas nacionalidades, aprensivos ante los excesos de velocidad.

Atrás ha quedado el paisaje hidrocálido -gracioso gentilicio referente a Aguascalientes- para dejar ver un horizonte agreste marcado por piedras rosadas con destellos iridiscentes, por una aridez seductora, sobre todo para persona de trópico. Desde atrás contemplo la larga cabellera blanca del poeta, ésa que, junto con su nívea barba y la serenidad de su rostro, le confiere una luminosidad sosegante, casi beatífica, aunque supongo que este último calificativo no le gustaría a un autor tan marcado por Eros.

De alguna manera, me siento infundida por la cercanía de su muerte -creo que igualmente todos los que con él viajamos en esos días- y eso nos da una mayor tendencia al silencio que a ese alborozo que se crea en los transportes donde coinciden creadores que, mediante la agitada conversación ininterrumpida, pretenden amortiguar los estragos de largas horas de travesía.

"Tomás Segovia se está muriendo". Ésa es la noticia apenas llegar a Morelia cuando inquiero sobre su salud. Me cae encima, entonces, todo el peso de ese gerundio. Pero, ¿cómo creerlo, si ha llegado, espíritu en alto, a la mesa redonda con la que se le rinde homenaje, junto con Juan Gelman, en el Instituto Nacional de Bellas Artes? ¿Cómo, si a Morelia, donde se le dedica el Encuentro de Poetas del Mundo Latino, se ha presentado diáfano y la silla de ruedas es apenas una prótesis que lo transporta a ratos, María Luisa siempre como eficiente conductora? ¿Cómo creer...

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