Policías de corazón

Por Juanma Fernández-París

Especial El Nuevo Día

Para lograrlo, el director se arma de un guión que explora todas las cualidades y defectos de sus protagonistas, de las actuaciones superlativas de Jake Gyllenhaal y Michael Peña en los roles centrales y de utilizar el gancho visual del docudrama para presentar la trama.

Con todo esto a su favor, el filme es una oferta excelente que tropieza en ese último recurso.

Como cineasta, el director justifica el uso de cámaras caseras de dos formas. Brian (Gyllenhaal) está tomando una clase de producción en una escuela de la comunidad y se da a la tarea de grabar las rondas que hace con su compañero Mike (Peña) para documentar la cruda realidad de su trabajo como policías.

La efectividad de los protagonistas en su trabajo los convierte en el blanco principal de una ganga del sur de Los Ángeles, grupo que disfruta de grabar sus actividades ilegales para luego emitirlas por las redes sociales.

De primera instancia, esta propuesta visual le da un voltaje de energía a un género que aparentaba no tener más espacio para la creatividad. Lo que sería una secuencia tradicional en cualquier otro filme de policías aquí adquiere una energía eléctrica e impredecible que beneficia sobremanera las secuencias de acción y suspenso.

El problema es que el director no respeta su propio credo artístico. Durante el desarrollo del filme, hay escenas de las vidas profesionales y personales de Brian y Michael en las que la presencia de una cámara no está justificada.

Esto rompe con la veracidad creada por los actores obligando al espectador a preguntarse: "¿Quién rayos está operando la cámara invisible que está grabando esta escena íntima?"

Dado a la propuesta de Ayer en la cinta, esta falla merece ser mencionada pero no le resta a un filme que definitivamente provee una experiencia intensa de lo que...

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