(Post)críticos

Miguel Rodríguez Casellas

Este pacto diabólico produjo dos décadas de delirio arquitectónico, todo aderezado con un discurso positivista de fe, esperanza y cualquier cosa menos caridad, frente a la burbujeante expansión del capital especulativo. Algoritmos gobernaron tanto a Wall Street como a los programas de representación virtual que libraron al arquitecto de su prudencia formal.

Afortunadamente, la "crisis" acabó con esta orgía global. Anda desde entonces la arquitectura buscando validación con cualquier nueva agenda. Salvar el planeta, por ejemplo.

Observo con horror cómo una nueva marca de elasticidad ética, similar a la postura "post-crítica", acecha el mundo de la plástica y la literatura. Vender es la meta, aunque lo eufemicen verbos más nobles como "capturar" una mayor audiencia.

El nuevo autor, que dice ser promotor de su obra porque resulta que ni galeristas ni editoriales hicieron su trabajo, no tiene ningún inconveniente en dejar saber la naturaleza de sus apetitos, enviando un mismo mensaje a políticos y marchantes: yo brego.

Cuando la conveniencia del vendedor antagoniza con la integridad del artista, que son ahora la misma persona...

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