El precio de la democracia

JOSÉ LUIS BARALT BURCKHART

ABOGADO Y BANQUERO

Mi padre, entre todas las lecciones que me dio, me enseñó a ser trabajador, optimista, compasivo y a tener fe. Mi abuelo me enseñó a ser recto y disciplinado. Más recientemente, Antonio Fernós López-Cepero, además de instruirme sobre Derecho Constitucional, me enseñó la importancia de ser un buen ciudadano.

Fernós fue un profesor especial, de esos que nacen para enseñar -y cuyas enseñanzas perduran y cuentan con una validez contundente fuera del salón de clase-. Era un hombre brillante, pausado, fogoso cuando tenía que serlo, y poseedor de un dominio del idioma incomparable. Recuerdo que el primer día de clase nos dijo que pensar era "poner el pensamiento en orden y que el rigor, en esa empresa, no tiene excepción". Más allá del Derecho Constitucional, nos enseñó a ser incisivos, a pensar y a cuestionar hasta entender a cabalidad.

"El precio de la democracia es la eterna vigilancia", es una frase que se atribuye a Thomas Jefferson, también fue de las primeras cosas que nos enseñó Fernós. Aprendimos que para que nuestra democracia funcione, tenemos que estar atentos y vigilantes. La apatía nos aqueja, pero si todos hacemos nuestra parte, podemos lograr una mejor sociedad. Demos el ejemplo, influenciemos positivamente a los que nos rodean, levantemos "voz de alerta" ante las...

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