El preso que quería ver el mar

LUCE LÓPEZ-BARALT

PROFESORA UNIVERSITARIA Y ESCRITORA

"Desde esta cárcel podría verse el mar", pondera melancólicamente José Hierro de una posibilidad acariciada, pero siempre incumplida: desde las prisiones de la Posguerra española donde el poeta estuvo preso nunca pudo atisbar las ansiadas ondas. "Los que no te ven sueñan con verte", afirma Pedro Salinas, solidario con los huérfanos de las olas, mientras contempla extasiado el mar de Puerto Rico.Nuestro preso nacional Oscar López Rivera sueña con ver el mar. También para él queda restringido a la esfera del sueño y al espacio misericordioso de la palabra. Así lo dejó dicho a su nieta Karina: "La palabra es una ventana perfecta para contemplar el mundo exterior" (El Nuevo Día, 30 nov. 3013, p. 28).

Lleva razón Oscar: todo preso es un aislado de la belleza que ni siquiera puede mirar los objetos distantes, situación que lo predispone a posibles problemas oculares. Pero también es cierto que al preso, víctima de una severa privación sensorial, se le potencia el lenguaje. Las palabras muestran para él todas sus entrañas, como un fruto maduro o un cohete en el momento de estallar: así lo dejó dicho Octavio Paz pensando en el misterio de la poesía, pero sospecho que para el ser cuasi monacal que es Oscar, cada palabra es un poema, un milagro que le restituye algo de la realidad que le ha sido negada. Van aquí para él unas breves ventanas a un mar de palabras, mientras aguarda su anhelado encuentro con las olas.

El mar, que los antiguos griegos celebraban en sus versos asociándolo con el color del vino, lo contempló Salinas como una danza incesante de azules: "En los atlas, / un azul te finge, falso./ Pero a mí no me engañó/ ese engaño. / Te busqué el azul verdad; /un ángel, azul celeste, / me llevaba de la mano./ Y allí en tu azul te encontré/ jugando con tus azules,/ a encenderlos, a apagarlos./ ¿Eras como te pensaba? /Más azul".

José Hierro cantó, por su parte, al verde marino, y bajo la máscara literaria de Lope de Vega deseó encontrar la cifra del universo en las pupilas glaucas de Marta de Nevárez: "Abre tus ojos verdes, Marta, / que quiero oír el mar". Otros poetas, como Paul Valéry, también prestaron oído al fluir de las olas, que nos convocan a un renacimiento incesante, anticipo de la eternidad: "La mer, la mer, toujours ecommencé". Salinas oyó a su vez el mar -ese "gran taller del gozo /a los espacios abiertos"- e incorporó el vaivén de las olas al ritmo de sus versos: "Ola tras ola...

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