El problema es el electoralismo

ANTONIO QUIÑONES CALDERÓN

ESCRITOR Y PERIODISTA

Uno de los principales problemas con eso -que no él único- ha sido la vigencia de un gobierno ineficiente, altamente politizado, corrupto en muchas ocasiones, y enajenado de la realidad de sus constituyentes. Mencionaba, sin abundar, el ejemplo de las corporaciones públicas, parte esencialísima de las reformas gubernamentales de Rexford G. Tugwell.

En el período de seis años (de 1941 a 1946), Tugwell creó 14 corporaciones públicas, todas en vigencia hoy, algunas con cambios en sus nombres y en su concepto operacional.

La creación de las corporaciones públicas se centraba en establecer organismos gubernamentales económicamente autosuficientes que no incidieran adversamente, directa ni indirectamente, en las arcas del gobierno insular ni de los municipios; que funcionaran separadamente de las agencias y los departamentos; que evitaran la interferencia de la política pública en sus operaciones, y que se alejaran de la lenta e ineficiente burocracia.

Con el correr del tiempo, el sistema de corporaciones públicas ha sido víctima de un entrampamiento político y de una operación perdidosa y hoy no hay una sola de ellas que no esté en puro colapso o en quiebra. Inclusive, las autoridades de Energía Eléctrica y de Acueductos y Alcantarillados exhiben el inexplicable honor de ser posiblemente los dos únicos monopolios en quiebra del mundo. ¿Por qué puede quebrar un monopolio? Por la corruptela, que no consiste sólo en robar dinero del presupuesto, sino en malbaratar sus recursos económicos en sueldos exuberantes, en bonos ofensivos para sus oficiales, en el reclutamiento de empleados innecesarios. Por la presencia de un mantengo gremial para no enojar a empleados y dirigentes sindicales que gritan, amenazan y votan. Por la ineficiencia administrativa de dirigentes, en la abrumadora mayoría de los casos designados según su ímpetu durante la campaña electoral, y por la incapacidad de adoptar los recursos tecnológicos a su alcance.

El electoralismo ha acabado con el genio institucional de las corporaciones de Tugwell. Sus juntas de directores están hartas de activistas políticos o inversores de las campañas de los gobernadores de turno, que...

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