Profecía

Ruth Merino Méndez

Otros entienden que se trata de un profundo cambio, físico o espiritual, en nuestra especie. Y un segmento vociferante alega que el fin del mundo ocurrirá el 21 de diciembre de este año. Es decir, en plenas navidades. Así perdemos las luces, los regalos y, en mi caso, el coquito, invento divino que quizás podría compararse con el chocolate que bebían con fruición los caciques mayas. ¿No podrían haber escogido una fecha menos dolorosa?

Sabemos que los augustos personajes que han anunciado el fin del mundo a lo largo de los siglos han hecho el ridículo, pero aun así creo que debemos prepararnos. Según los defensores de la profecía, un asteroide o un planeta chocará con la Tierra o un agujero negro nos tragará o una llamarada solar nos impulsará hacia otra galaxia.

Desde mi punto de vista, es preciso ver el aspecto positivo del fin del mundo. Por mi parte, he decidido no preocuparme de ciertos enojosos asuntos: los hoyos que revientan las gomas de mi carro, la inflación, la recesión y las elecciones, por ejemplo.

Quienes se angustian por los comicios, ya pueden tranquilizarse...

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