Prohibido olvidar

ABRAHAM LINKEWER

PRESIDENTE DE LA CÁMARA DE COMERCIO puerto rico-israel

La pasada semana se cumplió otro aniversario del Holocausto: la degradación por el fuego y las llamas del odio, de una raza, de un pueblo. Y esto sucedió ante la vista de un Occidente sordo y mudo. No sólo afectó a seis millones de judíos, sino que también cayeron en los campos de exterminio todos aquéllos que no representaban los rasgos del típico ario, el ser humano perfeccionado por el nazismo. Gente inteligente, estudiosa, se reunía con Hitler para discutir la mejor manera de lograr esa llamada "solución final", y proponer el medio que consideraban más adecuado, el epítome de la eficiencia teutona para hacer la matanza de la manera más rápida.

En las cercanías de los campos de exterminio, los vecinos jamás vieron ni oyeron nada. Las chimeneas seguían expulsando ese humo fétido de la quema de los cuerpos: ancianos, mujeres, niños convertidos en humo gris. Aún ahora dicen no saber qué pasó.

Mientras tanto, nuestra América no se sentía involucrada; no atacó los campos de exterminio, ni las vías de los trenes que llevaban a más y más personas para alimentar los hornos del genocidio. El pueblo alemán, las juventudes alemanas que arrasaban propiedades judías, que incendiaban sinagogas, hacían su trabajo sin apremios morales: ésa era su misión para lograr la supremacía de su locura en toda Europa.

Se extendían las llamas, comenzaba a verse el dominio nazi, que trajo al pueblo alemán, deprimido por haber perdido prestigio y en una aguda crisis económica, el orgullo patriótico de una gran Alemania, "Deutschland über alles" ("Alemania por encima de todos"), dueña de Europa.

En Polonia, en Alemania, en muchos otros lugares, se acumulaban judíos en campos de trabajos forzados hasta determinar su destino final: eran algo así como un almacén de víctimas. Los actos heroicos de resistencia acababan con fusilamientos masivos y represalias.

Quienes tuvieran la oportunidad de ver la película italiana "La vita è bella", recordarán aquellas escenas donde el padre judío creaba un mundo ficticio para que su hijo no pensara en la muerte, una fábula para esconder la desgracia que se les venía encima, en ese campo de concentración donde ambos estaban esperando el fatal momento del encuentro con sus verdugos.

Todo eso no está tan lejano...

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