PrOmEsAs De BiRrEtE

Por El Infiltrado

¿Graduarse todos los días? Eso sería emotivo, divertido, tal vez necesario para recordar por qué se trabaja y para recobrar el entusiasmo por lo que uno vive para hacer, si se tiene la fortuna, o soñar cuando se contempla desde lo lejos. Pero no, basta con ese momento que, tras ansiedad y nostalgia, las cornetas suenan, los padres o familiares miran con ojos llorosos que se mezclan con sonrisas de aprobación, y el optimismo le tiene una batalla al pesimismo porque el futuro ya no es tan futuro sino más hoy que otra cosa.

La ceremonia es larga, y de repente desde la tarima pronuncian el nombre con el que se ha nacido, se camina, las piernas tiemblan un poco, y el diploma se recibe entre dar la mano, las gracias, un beso y posar para una foto que se tira rápidamente para no contribuir a demorar el momento del próximo y el próximo.

La toga provoca calor, también las emociones, y el birrete parece el simbolismo más bonito del mundo. El birrete se torna el tablero de expresión más elocuente para que otros vean como somos. Si creemos en el brillo, bien; si clamamos por una educación para todos, bien; si exigimos libertad por Oscar López Rivera, bien. Nadie tiene por qué protestar el discurso que se antoje porque ese birrete es...

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