'La próxima vida puede ser la mía'

SAN SEBASTIÁN.- Hay algo que desentona en la imagen del muchacho delgado, nervioso, curtido por el sol, que camina cuesta abajo por la Loma de Stalingrado, uno de los barrios más complicados de este pueblo. Lleva en una mano una bolsa plástica y en la otra, una bebida hidratante, y saluda afectuosamente a todo el que se le cruza.Los brazos cundidos de marcas de pinchazos, la piel reseca y la voz como desgastada son algunas de las señas de quien ha vivido demasiado tiempo balanceándose como un péndulo entre dosis y dosis de heroína por vena.Pero, al mismo tiempo -y aquí es que viene la disonancia- viste ropa y zapatos nuevos, cosa rarísima entre los que viven la vida con el próximo encuentro con la ardiente aguja como única prioridad. La ropa es la señal que envía Wilbert Muñiz, alias "Pipa", de 26 años, de que quiere cambiar, finalmente, alejarse de la dependencia que determina su vida."Me cansé, de eso no quiero saber", dice sobre la heroína. "Si no rompo, la próxima vida puede ser la mía", agrega.Usuarios crónicos de droga están hablando así -"la próxima vida puede ser la mía"- en todos los rincones de Puerto Rico ante la aparente epidemia de muertes por sobredosis que expertos dicen se está registrando en la isla.Esta situación acontece fuera del ojo, por el momento, de las autoridades, que no tienen idea de la magnitud del problema porque quien tendría que determinar quién murió de tales causas y contar las víctimas, el Negociado de Ciencias Forenses, no lo está haciendo.Ciencias Forenses, cuyos portavoces optaron por no contestar preguntas para este reportaje, tarda semanas en hacer autopsias y, a veces, años en divulgar resultados de exámenes toxicológicos, lo que tiene al resto del gobierno ciego en cuanto a la severidad del problema, reconoció la jefa de la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (Assmca), Suzanne Roig.La idea de la crisis, por el momento, es una sombra que se mira con aprehensión, una historia de horror que se cuenta en esos rincones sucios, oscuros, sórdidos, a los que la sociedad empuja a los enfermos crónicos que viven continuamente buscando la cura en hospitalillos clandestinos, de manos de esos mercaderes de la muerte que son los traficantes de drogas ilegales."Los muchachos están bien preocupados. Pero, como no existe un sistema de cuidado en el cual buscar atención, pues están atrapados y tienen que seguir", dijo Rafael Torruella, director de Intercambios Puerto Rico, una...

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