Lo que pudo ser y no fue

Por Romeo Mareo

Han pasado a? pero, por fin, el otro d? me di cuenta de lo que quer?decir.

Gustavo (nombre ficticio) no es tan s?viejo amigo, sino que es ya uno de esos hombres que, aunque no se sienta mal, todos los a? al asomarse diciembre, acude a su m?co para que ?e le haga o mande a hacer los chequeos de rutina que todos nos debemos hacer.

Es contable, profesi?ue tal vez explica su personalidad met?a. O tal vez no. Por la raz?ue fuera, a?ras a?Gustavo segu?la misma rutina: estacionaba su carro en el 'parking' del supermmercado que quedaba a pocos pasos del edificio donde estaba la oficina de su m?co, para ahorrarse el pago del 'parking'. Y tanto el d?de esa primera visita, como cuando hab?de regresar para a entregarle los resultados de los laboratorios a su m?co, acababa almorzando en la cafeter?especializada en supuestos alimentos saludables que se encontraba en el primer piso del edificio.

Pues bien. Fue all?ue Gustavo se fij? ella la primera vez que la vio detr?del mostrador: ten?su lacio pelo rubio, posiblemente pintado y recogido en una cola -como parece ser obligatorio para todas las muchachas de pelo largo que trabajan preparando alimentos-, y, sin importar lo ajetreada que se encontrara, una sonrisa chispeante le alumbraba la cara cada vez que atend?a un...

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