¿Pudo haber tenido otro desenlace?

Apenas un juez hubo aceptado su declaración de culpabilidad por haber matado de un disparo en la cabeza a su propio padre, alguaciles esposaron a José Alfredo Torres Figueroa y, minutos después, sin que el joven mirara atrás, lo metieron por una puerta que es, a fin de cuentas, la primera puerta de la cárcel de la que no volverá a salir en muchos años.Tenía solo 15 años cuando mató a su progenitor. Desde niño, vivía con diagnóstico de ansiedad, depresión y dependencia de sustancias. Tomaba también medicamentos recetados para el desorden de bipolaridad. El día de los hechos, según su propio testimonio, se había tomado 20 pastillas del antisiolítico Klonopin, del que tenía receta para una diaria.Aun así, fue acusado de asesinato en primer grado, lo que significa que el Estado consideró que planificó el horrendo crimen en el pleno ejercicio de sus facultades mentales, lo refirió por lo tanto para ser juzgado en el sistema de adultos a pesar su corta edad y lo metió a un proceso abrumador que concluyó con el adolescente admitiendo el lunes, en el Tribunal de Aibonito, el asesinato del padre, y siendo sentenciado a 60 largos años en la cárcel."La ley en Puerto Rico es clara", dijo el fiscal Edwin Ortiz Rivera, lavándose así las manos -simbólicamente- del triste y rotundo desenlace de un caso repleto de dudas que, según expertas, podría haberse manejado de manera que ofreciera a un joven con tantos problemas, y que en el momento de los hechos carecía por diversas razones de la capacidad para comprender la tremenda gravedad de sus acciones, un castigo que, a la misma vez, no le significara, quizás, perder la mayor parte del resto de su vida almacenado en una cárcel."No estamos hablando de que no se le reproche su conducta. De lo que estamos hablando es de que no se le imponga un castigo como si fuera un adulto porque no lo es. Debemos conducirlo, a través de un proceso, para que ese niño vea lo que hizo y tenga conciencia de lo que hizo", dijo Iris Yaritza Rosario, profesora de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico (UPR).Desde 1986, en Puerto Rico, por ley, se procesan menores como si fueran adultos. Se les llama "renuncia de jurisdicción" porque el Tribunal de Menores, casi siempre debido a la gravedad de los actos imputados, pero aún no probados, renuncia a continuar el proceso contra el menor y lo transfiere a la corte de adultos. Es, en fin, una ficción jurídica basada en la creencia de que un menor adquiere capacidad de...

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