Puerto Ricky

Miguel Rodríguez Casellas

La Universidad de Puerto Rico, como buena rama y extensión del Gobierno que es, sirve de sede al más reciente caso de acomodo irrazonable.

Trascendió hace unos días que Ricky, hijo del exgobernador Pedro Rosselló -el tenista viajero de la increíble pensión- ha sido privilegiado con una plaza creada a la medida de sus alegadas capacidades, cargándose protocolos y estatutos vigentes.

Aunque celebro el debate que ha generado la noticia, tengo que objetar la cara de asombro que pone el País frente a una realidad harto conocida: que aquí no se honra el principio del mérito; que opera todavía la cultura de la hacienda, de "buenos" arrimados y "despreciables" rebeldes; que la "pala" y el tráfico de influencias protagonizan nuestra vida pública y privada, y que así se consolidan amistades y relaciones familiares como si fueran aristócratas europeos repartiéndose reinos y coronas, cuando podían.

Molesta la indignación, sí, porque viene en ocasiones de quienes sancionaron y se beneficiaron de ese mismo sistema bipartidista que bendice al incapaz y castiga al talentoso.

Esa cultura de amiguismo y endogamia institucional resume al Puerto Rico de hoy y de siempre. Los talentos no se fugan...

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