Un puertorriqueño comprometido con la salud global

Cuando le preguntan sobre su infancia, el ingeniero biomédico Manuel Méndez rápido se transporta al Hospital Regional de Arecibo, donde nació en los años setenta antes de corretear por todos sus pasillos viendo a médicos atendiendo a sus pacientes de cuarto en cuarto, aprendiendo a distinguir el pito de una máquina sobre el de otras y viendo a su padre, con su mismo nombre, administrar toda la región hospitalaria de los Capitanes."Para eso, yo tenía como unos 9 o 10 años. Mi papá me llevaba a las reuniones en los hospitales y yo veía cómo los médicos literalmente salvaban vidas. Crecí viendo eso hasta que se volvió parte de mi ADN. Por eso, es que -hasta el día de hoy- siempre he trabajo en el cuidado de la salud", confiesa el puertorriqueño que, aunque parecía estar destinado a vestir de bata blanca y andar por esos pasillos con el estetoscopio al cuello, se interesaba más por las máquinas que revolucionaron la salud.Después de cursar estudios secundarios en San Juan, como muchos otros puertorriqueños en los años noventa, Méndez cogió vuelo al estado de Massachusetts. Allí, obtuvo un bachillerato en Ingeniería Biomédica de la Universidad de Boston, donde hizo un estudio sobre el oído artificial. Pero regresó.A los 21 años y con ganas de comerse al mundo, se lanzaba a una isla nueva del Caribe cada semana a reparar instrumentos de diagnóstico y tratamiento para enfermedades cardiovasculares, entre otras, para el gigante de la biomédica en Barceloneta, Abbot Laboratories."Todas las semanas eran retos diferentes, pero mi mayor satisfacción siempre era reparar esos equipos biomédicos y ver a los pacientes contentos. Ahora que miro para atrás, me doy cuenta de que esas sonrisas eran para mí como una pequeña droga, que me han impulsado toda mi carrera", dice Méndez sobre sus primeros pasos firmes en la industria a la que le ha dedicado más de 30 años.Ahora, después de laborar en casi diez países y destacarse en siete empresas de renombre global, el ingeniero boricua asume el rol más importante en la actividad comercial de Quest Laboratories, impactando la vida de cada uno de tres pacientes en Estados Unidos, especialmente aquellos en espera de un diagnóstico de cáncer.Pero lo que parece ser un ascenso meteórico a la más alta esfera de poder de una empresa con casi $8,000 millones en ingresos anuales, realmente fue una combinación de decisiones estratégicas y saltos de fe que llevó al puertorriqueño a ser el primer latino en cumplir semejante...

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