Pundonor

Manolo Núñez Negrón

El revuelo, ya se sabe, causó cierta conmoción mediática y culminó con el despido fulminante de la presentadora: a la que se le imputó no resguardar su imagen en pleno jolgorio verbenero. Acusación ésta última que, dicho sea de paso, debe tomarse con suspicacia y hasta con una pizca de cinismo pues llega en un momento coyuntural en el que la honorable Cámara, tras una prolongada y acerba disputa semántica, ha redefinido por fin el elusivo, confuso e impreciso concepto de decoro.

Esto es lo que precisa en esta encrucijada, tal parece, el Puerto Rico doliente: que se castigue a la mujer por ser extrovertida, alegre, y que se exonere al ganso que estaba tumbándose el agua, la luz y el impuesto especial a la propiedad. Lo que de algún modo supone admitir que en este país nos importa un bledo que nos roben, nos engañen, nos exploten, siempre y cuando el personal esconda el "gistro", oculte las ubres y guarde las apariencias.

Aquí las faltas...

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