Los que quedamos

COQUI SANTALIZ

Escritora y periodista

Al final de las elecciones estadounidenses, un periodista de allá comentó que su país está -preocupantemente- dividido en dos partidos. Históricamente -en las naciones- abundan esos acomodamientos, de derecha a izquierda y viceversa o las dictaduras mandan solitas.

Pero en nuestra isla -creemos- que no es cuestión de dos partidos, sino de dos países diferentes. Uno ama a su tierra, su cultura, su bandera, su idioma, su historia y el otro a otra bandera, otras costumbres, otro idioma. Cómo duele nomás ver nuestra emigración, cuando pobres y clase media se mueven de estado en estado buscando empleos, o cuando no soportan el clima y el frío les golpea, o cuando los rechazan (como si fueran inferiores) y otros pueblos los echan. Otros reciben el Seguro Social y se van a otro país, que luego ni les rinde, ni comprenden sus arquetipos. Señales de lo duro y de la desaparición de la ilusión.

Quedamos los que no nos vamos a ningún sitio, pase lo que pase, pese lo que pese; aquéllos a los que nos gustan nuestras playas y nuestras bellezas naturales -las aún no destruidas-, el olor de la montaña, el clima, nuestra luz y la personalidad de nuestra gente -con sus defectos y sus virtudes- y nos enorgullecemos de nuestra resistencia y calidad cultural: artistas, músicos, escritores, cineastas, deportistas, médicos.

Y no se trata de chupacabras, chistecitos o pasteles, sino que seriamente vivimos experiencias históricas que nos han curtido, tales como hazañas de heroísmo y sacrificio, importantes acontecimientos, logros, saltos cognoscitivos, grandes esfuerzos, organización de cumbres deportivas, reconocimientos, luchas, caídas y levantadas. Con todo en contra y sin memoria, porque los hechos y datos que sustentan lo mejor que somos, son atacados y escondidos.

Actuamos desde un submundo a veces irracional, esquizofrénico o improvisado, pasamos de lo patético a lo sublime; somos genuinamente generosos y nos sobra alma. Somos lo que somos. Y todavía sonreímos, pese a lo que siglo a siglo nos han ido arrancando.

¿Por qué, entonces ? ¿Por qué nos abofetean? Y¿ por qué no actuamos? Imagínese, si dentro de su hogar, usted no pudiera mandar, cambiar, tocar nada, no tener llaves para abrir, pero que otros sí las tengan y dejen entrar a cualquiera, con drogas, con miles de armas, o a personas que el país les importa un bledo, y, como usted no tiene forma de cerrar o adquirir por otros lados, pues, nada puede hacer. Además nada...

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