Rabias

Sofía Irene Cardona

Se va a armar. La multitud, harta de la incompetencia y el abuso, va a saltarle a la yugular al encargado. El parsimonioso cajero, permanece impasible al furioso batallón que le apunta con la mirada. Sube peligrosamente la marea de la ansiedad. Pronto se escuchará el clamor de los coléricos clientes: "¡Basta ya -dirán- somos nosotros quienes pagamos sus salarios!".

Pero no. Callan. Ni siquiera patalean. Ésta no es la única rabia que los remuerde. ¿Huelga? ¿Boicot? ¿Paro? ¿Marcha? ¿Valdrá la pena? ¿Qué sucede después del escándalo, las fotografías, las marejadas de indignación, los tribunales? ¿Cuánto tendremos que esperar? ¿Podremos resistir? ¿Qué dejarán en pie estos caballos de Atila?

A veces, en la cola de la farmacia, la gente piensa. A veces, alguno se desespera.

Pero en esta ocasión, entonces, después de dos horas, y justo a tiempo para calmar los ánimos...

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