De rapero a jefe

Por Yaritza Rivas

yrivas@elnuevodia.com

Crespo confiesa más adelante que siempre estuvo claro: "Quería ser bombero y estrella de rock y roll". Quizá por eso cantar rap se le dio tan natural cuando, al ofrecer un taller para prevenir incendios en una escuela en Santurce, le dio con rapear para capturar la atención de los estudiantes que ya estaban, según él, a punto de abuchearlo porque en su lugar esperaban al perro Sparky, un dálmata que es uno de los personajes del Cuerpo de Bomberos.

Esta experiencia fue aplaudida por la escuela en Santurce y sus supervisores lo alentaron a que usara su creatividad para seguir dando las charlas. Así fue que impartió miles de conferencias sobre prevención de incendios por las escuelas. Esto le mereció el premio Manuel A. Pérez en el 2005, por llevar a cero la incidencia en muertes de niños por fuego.

Con este modelo, viajó también a países de Latinoamérica hasta que asumió el nuevo cargo en enero pasado, cuando asegura que hizo un alto a una gira que tenía programada en México, Honduras, Perú, Colombia, Venezuela y República Dominicana.

Crespo llega con mucha energía a liderar los bomberos. Con 16 años de experiencia, tiene adiestramientos especializados en armas de destrucción masiva, nucleares y biológicas. Trabajó en Nueva York y, además, completó una maestría en Administración de Empresas mientras apagaba fuegos y rescataba gente como bombero.

Hoy, a sus 36 años, el jefe de bomberos designado tiene una energía contagiosa. Dice que se encuentra en su peso de boxeador -165 libras- y listo para sacar el mejor partido al cuerpo bomberil, modernizarlo, profesionalizarlo y hacerlo más eficiente.

Su trayectoria como bombero parece sacada de una película.

(Ríe).

Ha dicho que fue una maestra la que lo bautizó como bombero rapero, luego de que improvisara un taller de prevención de incendios al ritmo de rap en una escuela.

Los veranos mi papá me enviaba a la finca de mis abuelos en San Lorenzo. Ahí me enseñaron el amor por la música jíbara. Todos mis tíos son músicos. Y otros veranos iba a la calle 177 con Broadway, en Washington Heights. Ahí vivía mi abuela Flora. Así que en la niñez estudiaba en una escuela en inglés, mientras los veranos estaba con jíbaros agricultores y el otro verano llegaba a la urbe de Nueva York, en plena década de 1980. Me causó una impresión muy grande ver a los afroamericanos bailando breakdance y recitando las cosas con un ritmo. Esa memoria se me quedó y, al tener a los niños a...

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