Reabren para los visitantes

Nunca antes, en sus 73 años de vida, Tomás Reyes Rivera experimentó un vacío y un dolor tan agudo como el que sintió cuando debió guardar distancia entre él, sus tres nietos y sus dos hijas.El virus que causa el COVID-19 le ha impedido por un año -como a millones de personas en el mundo- sentir a los suyos cerca."Eso me ha afectado... porque ellos son el alma de motivación y de compartir, y no es lo mismo uno, en esta situación, de estar aislado y no poder estar en tiempos normales como antes. (Extraño) abrazos, besos, cariño... Todo lo que comparte un abuelo con sus seres queridos", dijo Reyes Rivera, al rememorar, con ojos húmedos, cómo ha cambiado su vida con la pandemia.Reyes Rivera, un profesor retirado de la Universidad de Puerto Rico, reside hace dos años en el Hogar Loma San Agustín, en Río Piedras, que a partir de hoy, al igual que todos los demás centros y hogares de cuidado prolongado, podrán reabrir sus puertas a los visitantes por virtud de la nueva orden ejecutiva firmada por el gobernador Pedro Pierluisi para atender la emergencia por el COVID-19."Tengo una nieta y tengo otro nieto. Tengo otro nieto, que yo le llamo cariñosamente ‘Yoyo’... También tengo a mi hermano y mis dos hijas. Hay un montón de cosas que se aglutinan, que chocan con uno", afirmó el hombre de hablar pausado.El hogar en el que vive fue uno de los 1,007 centros de cuido para personas de la tercera edad que, ante la amenaza del COVID-19, cerró sus puertas a los familiares.Reconoció que, en la instalación, estuvieron en total confinamiento por meses largos, y luego se flexibilizaron las normas para permitir que los familiares, a través de un acrílico ubicado en el portón principal, pudieran ver a sus seres queridos.Ahora, Reyes Rivera, quien ya fue vacunado contra el COVID-19, celebra con júbilo que los centros de cuido podrán recibir visitas. "Esa puerta se abre para muchos. No para uno. Es algo que significa mucho en la vida de uno y de aquellos que pasan por el mismo proceso", dijo.Comentó que, mientras permanecieron encerrados, él y sus compañeros tenían niveles distintos de tolerancia y apelaban a sus recuerdos para lidiar con la soledad.Reyes Rivera se aferraba a los momentos compartidos con sus dos hijas, Yenai y Anette Milagros, y a las bromas de sus nietos Fabián, Nicole y Jean Carlos. A todos, ya los ha visto, pero a distancia."Es bien difícil", sostuvo Reyes Rivera, quien sufrió un pequeño derrame durante el confinamiento."Lo más difícil ha sido...

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