¿Realmente era un ser libre?

Por Abhi Samadhi Yaisha

Especial El Nuevo Día

"Es mejor perder con la verdad que ganar mintiendo"

"¿Codependiente con Dios? ¿Qué es eso?", repetía en mi cabeza. Le había halado la falda a Dios tantas veces para regañarle que más que codependencia me parecía rebeldía.

Pero tras un inventario honesto, admití con vergüenza que en los últimos dos años había sido sumisa con figuras de carácter espiritual, y que tanto entonces como ahora había devuelto -con intereses- toda la energía de sanación que había recibido hasta agotar mis reservas nerviosas.

Mientras escuchaba al gurú de la Misión durante un panel-conferencia sobre vegetarianismo, sentía que en alguna parte se rompía un espejo y se le caían las estrellitas que tenía alrededor. Le habían preguntado cómo podían las personas mantener cierto nivel de espiritualidad teniendo trabajos estresantes.

El trabajo es una disciplina importante, pero debe enriquecer la vida de oración. No debemos trabajar en exceso, ello lleva a la enajenación y a la disolución moral. El trabajo que aleja de una vida meditativa... añade al caos a nuestro alrededor y nos hunde más en la oscuridad.

Algo en mí despertaba y se negaba a ignorar los hechos. Mientras el líder de aquella Misión pronunciaba esas palabras, el supervisor me exigía laborar hasta 56 horas a la semana, lo que había reducido significativamente los espacios meditativos que necesitaba y me estaba halando de vuelta, inevitablemente, hacia el caos y la oscuridad.

Entre sus consecuencias figuraban la falta de descanso y una recaída desbarrancada hacia la adicción del azúcar, de la cual trataba de recuperarme. Te dije que pusieras tus límites saludables al principio, ¿recuerdas?, me repitió un encargado del ashram.

De organizadora sindical, ahora atravesaba esta vergonzosa situación. ¿Qué me había pasado? ¿Dónde había quedado yo?

No era la única en aquel barco. Una empleada que también me animaba a poner mis límites en la situación, iba a trabajar acatarrada con frecuencia, según me explicó, para evitar regaños.

Otras dos empleadas que trabajaban largas horas eran propensas a accidentes y enfermedades. Una de ellas prefería llevar su pie enyesado, hinchado y enrojecido antes de sentirse culpable por faltar.

Le preguntaron al gurú sobre la creencia de que un maestro espiritual cargue las deudas kármicas de sus discípulos para ayudarlos a evolucionar. Explicó que sus seguidores no tenían que repetir ese ejercicio, pero para el maestro "el sufrimiento debe...

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