El rearme de Haití

OSCAR ARIAS

PREMIO NOBEL DE LA PAZ Y EXPRESIDENTE DE COSTA RICA

En gran parte del mundo, y sobre todo en América Latina, las fuerzas armadas han sido la fuente de la más ingrata memoria colectiva. Fue la bota militar la que pisoteó los derechos humanos de nuestros hermanos. Fue la voz del general la que pronunció las más cruentas órdenes de captura contra estudiantes y artistas. Fue la mano del soldado la que disparó en la espalda del pueblo inocente. En el mejor de los escenarios, los ejércitos latinoamericanos han significado un gasto prohibitivo para nuestras economías. Y en el peor, han significado una permanente fuente de inestabilidad para nuestras democracias.

El proyecto Política de Defensa y Seguridad Nacional plantea objetivos difusos, como la presunta necesidad de recuperar la dignidad y la soberanía haitiana con la reinstalación del ejército.

Haití no lo necesita. Su seguridad interna puede estar a cargo de un cuerpo de policía profesional que asegure el cumplimiento efectivo de la ley, y su seguridad nacional no gana nada con un aparato militar que jamás será más poderoso que el de sus vecinos.

Haití, Guatemala y Nicaragua, ocupan los tres últimos lugares de Latinoamérica en el índice de desarrollo humano elaborado por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas. Quizás no sea casual que estos tres países compartan otras cosas: tienen o han tenido ejércitos fuertes y una reducida inversión social en educación y salud. Los $ 95 millones para el proyecto de rearme deberían ser invertidos en educación y salud, en fortalecer sus instituciones democráticas a fin de recuperar la confianza de los haitianos y de la cooperación internacional, cuya ayuda es indispensable y lo seguirá siendo por un buen tiempo más.

Costa Rica, como Haití, es también un país pequeño. Su clima tropical lo expone a huracanes, y a otros desastres naturales. Sin embargo, mi país ocupa el lugar 69 en el mundo en el índice de desarrollo humano, y un niño que nazca hoy en Costa Rica espera vivir 79.1 años. Haití ocupa el lugar 145, pero la expectativa de vida del niño haitiano es 17.4 años menor que la del niño costarricense.

La diferencia entre la población de un país y otro se encuentra en la educación, en los años de escolaridad, en la enseñanza diversificada y en el pleno acceso a las...

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