Los recuerdos del cafetín

Por Tatiana Pérez Rivera

tperez@elnuevodia.com

"Todos esos colores entran y salen. A veces mi maestro Eric Tabales me dice '¿estás seguro de que no le falta un color?', pero esa es mi persona, recoge mucho del espíritu del publicista y -más que eso- de una persona que necesita decir algo o seducir. Con humildad digo que las piezas te seducen", menciona.

Para Medina -al igual que para muchas generaciones de puertorriqueños-, el cafetín es un recuerdo de la niñez. Era ese punto de encuentro en el que aprendías a jugar billar, te tomabas una cerveza o hasta comprabas leche y pan. Si con el paso del tiempo se desdibuja en tu memoria, retorna en forma de lienzo.

"No importa de dónde vengamos todos tenemos una experiencia en un cafetín", subraya el hombre oriundo de Hatillo. "Todos convergíamos en él, era un centro en el que de manera informal te enterabas de cosas y aprendías a jugar billar, sobre tus raíces o a crecer. Después de los 40, idolatras el cafetín porque no tienes el tiempo para entrar a él, lo ves como el punto de encuentro con los amigos de la infancia".

La sabrosona, El gozaíto, Lola la viuda, los sugerentes nombres aún danzan en su recuerdo.

"Cuando ves las piezas recuerdas tu conexión con ese lugar, esa es la forma en que te seducen", propone.

Medio mixto y acrílico priman en la confección de las piezas que son realizadas al unísono.

"Tienen una base de papeles que he comprado en París, en Nueva York, en Miami, en tiendas de arte, de segunda mano, en pulgueros... Creé unos patrones de papel que eran una gran geometría de muchas texturas. Esas son las montañas y el entorno del cafetín", indica sobre las flores, la...

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