Recuperación sin generosidad federal

Gustavo Vélez

En las primeras semanas del 2018, continúan llegando malas noticias de la capital federal. Hace varios días El Nuevo Día destacaba que el Departamento del Tesoro Federal no autorizaría por el momento el préstamo de $4,800 millones que se había aprobado luego del paso del huracán María.

Este préstamo tiene el propósito de atender los problemas de liquidez como resultado del impacto del evento natural en la economía local. Ayer mismo, el propio Departamento de Hacienda, a través de su secretario, Raúl Maldonado, dejó saber que los recaudos han sufrido una merma de $260 millones con respecto a lo proyectado, en gran medida al efecto del huracán María.

También se informó que la asignación de $1,000 millones para Medicaid fue excluida de la resolución para extender los gastos de funcionamiento del gobierno federal, lo que implica que la Reforma de Salud pueden enfrentar, tan reciente como en marzo, problemas de financiamiento.

El Senado federal no incluyó en su votación los $1,000 millones que sí había incluido la Cámara federal. Así las cosas, los potenciales problemas de liquidez que el gobierno puede enfrentar se pueden multiplicar según transcurra el tiempo y la economía continúe su contracción.

Si leemos bien los mensajes que nos envían desde Washington, podemos concluir varias cosas. En primer lugar, que la credibilidad de Puerto Rico está en su peor momento ante el gobierno federal, y que, en segundo lugar, nuestros problemas no parecen ser tema prioritario en los altos círculos de poder en la capital federal.

Esta semana, el gobierno federal volvió a correr el riesgo de enfrentar un cierre al no contar con dinero para operar. Esta tercera realidad es indicativa de que además de la indiferencia del Congreso hacia los graves problemas fiscales y de reconstrucción que enfrenta la isla, el alto endeudamiento del gobierno federal opera en contra de las necesidades locales.

Ante este cuadro, me parece que es momento de digerir la dura verdad de que estamos solos, y que debemos comenzar a articular un programa de recuperación que no esté fundamentado en la generosidad federal, sino en nuestras capacidades y recursos.

Una ruta larga y empinada. La posibilidad cada vez más real de que el dinero federal para financiar los procesos de la recuperación no sea suficiente y no se libere con la velocidad que la situación amerita, va a implicar que el proceso de estabilización y normalización tome más tiempo de lo que originalmente se...

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