REFLUJO PA SA JE RO

Por Janette Becerra.Ganadora Certamen de Cuento 2011

[T]here was a long and tumultuous shouting sound like the voice of a thousand waters-and the deep and dank tarn at my feet closed sullenly and silently over the fragments of the "House of Usher".

The Fall of the House of Usher

Edgar Allan Poe

Sintió algo así como el engranaje del carro en la cresta de la montaña rusa, una sacudida similar a la de esos frenazos súbitos en auto o a los tirones que dan las transmisiones al embragar, y después, por uno o dos segundos, la sensación de auparse en cámara lenta sobre una ola de aire suavísima, mansa, silenciosa, que con intriga lo suspendía en vilo por encima del mundo. Entonces fue igual que si esa ola de espuma aérea se hubiera de golpe desvanecido, o le hubieran quitado una alfombra de nubes de debajo de los pies, porque a continuación lo ensordeció un enjambre de gritos pavorosos y sintió que se precipitaba en caída libre: el estómago hecho un penacho de plumas a la altura del pecho, el pecho encaramado en la laringe, la laringe detrás de los ojos y los ojos en todas partes, inútiles, porque era noche cerrada, ciega, inescrutable. Aterrado, comprendió que el vagón se había descarrilado y descendía fuera de control, apenas rozando los rieles de acero que gemían por recuperar el enganche de las ruedas, así que se agarró desquiciado al arnés que todavía lo sujetaba con firmeza pero que igual caía junto a él, ambos indefensos, insalvables, abrazados en vano contra el vacío.

De un brinco se reconoció incorporado en la cama, sudoroso y jadeante, con las manos aferradas a las solapas del camisón. Tardó unos cuantos segundos en reconocer aquel entorno, que aún parecía exudar cierto matiz onírico: el mullido edredón, el suave ronroneo del acondicionador de aire, el plácido olor artificial a brisa marina que asperjaban los aromatizadores de la habitación. Recordó que era aquella su luna de miel, aquel su hotel en Río de Janeiro y esta, que seguramente dormía a pocos centímetros, la única realidad posible, la íntima realidad gozosa del cuerpo de su mujer. Tanteó con el brazo la oscuridad y pronto halló junto a él la cima de la cadera y el hondo valle de una cintura que hasta a ciegas reconocería. Sólo entonces atinó a reclinarse de nuevo sobre la almohada y adosar su contorno a la carne sinuosa y tibia de la hembra que dormía. Admitió que estaba otra vez en pleno achaque estomacal: el mismo feroz empacho que solía aquejarlo siempre que sucumbía a un...

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