El regalo de darse a los demás

En solo horas, la marquesina de su casa en Carolina se convirtió en una improvisada cocina que, con el pasar de los días, se convirtió en la sede de un proyecto solidario desde donde alimentaron a cientos de familias puertorriqueñas afectadas por el huracán María.

Con una estufa eléctrica de dos hornillas que funcionaba gracias a un viejo generador, Rafy Rodríguez cocinó los primeros 30 platos de comida que repartió entre residentes de Río Piedras y Canóvanas. Arroz blanco, corned beef y papas fritas fue ese primer platillo. Habían pasado apenas 24 horas del impacto del intenso fenómeno atmosférico.

“Esto está feo. Hay que ayudar en lo que podamos”, recuerda Rodríguez que fue su primer pensamiento al llegar de aquel recorrido entre San Juan y Fajardo. Contrario a su experiencia tras el paso del huracán Hugo, dijo, en esta ocasión, no vio personal gubernamental en la calle, ayudando. Esa fue su confirmación para tomar acción.

A la semana, ya preparaba 500 platos de comida diarios.

“Se siguieron uniendo vecinos y éramos, pues, tres vecinos con sus nenes. Era la familia básicamente ayudándonos a cocinar, a pelar viandas si había que hacerlo. Se hacía todo el trabajo desde la marquesina”, relató Rodríguez.

Los días pasaron, se sumaron manos vecinas, una barbacoa de carbón, un fogón, una paellera de gas y cientos de voces que, a través de las redes sociales, se hicieron partícipe de la gesta que seis meses después ha preparado más de 250,000 platos de comida.

Hoy, lo que comenzó como una preocupación genuina por la necesidad de alimentos entre los damnificados, se ha convertido en la Fundación El Plato Caliente, desde donde espera, no solo seguir alimentando bocas, sino también el espíritu y las ansias de quienes quieren ayudar en la reconstrucción del país.

“Yo digo que, para cocinar, lo que hay es que hacerlo con mucho cariño”, dijo Rodríguez, quien aclara que no es chef, pero ha trabajado en la industria de restaurantes por más de 30 años.

larga carrera

El reto era el mismo que para el resto de los ciudadanos. Levantarse en horas de la madrugada para hacer extensas filas para comprar alimentos y gas. “Era un hustle (lucha) constante, siempre buscando qué voy a cocinar mañana”, compartió con el El Nuevo Día.

Junto con la búsqueda diaria de alimentos, Rodríguez tuvo que empezar a buscar desde dónde cocinar. La marquesina se hizo pequeña ante el fundamental reto que tenía ante...

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