EL REGALO DE NAVIDAD

Por Samadhi Yaisha

Especial El Nuevo Día

Parada frente al mostrador de una compañía de alquiler de vehículos, la dependienta me miraba levantando las cejas casi por encima de su peinado. Acababa de decirle que, a falta de transporte público, rentaría un carro económico por varias semanas sin el seguro, porque me era imposible pagarlo. "No se preocupe", le dije. "Lo aseguraré con oraciones de protección", añadí y rápidamente tomé las llaves.

Mientras ella seguía abriendo los ojos, me advertía la cantinela de lo que debía pagar si le ocurría algo a la unidad.

Ese día oré sin tregua. Había llegado a Kansas City la noche anterior y no tenía morada. Le pregunté a la empleada dónde podía comprar un aparato GPS (Sistema de Posicionamiento Global) y me dijo dónde encontrar la tienda. Armada de "Google Maps" y del aparatito al que bauticé como "GyPSy Love", recorrí la ciudad de abajo a arriba sin encontrar posada. En la mañana fue una aventura, pero en la tarde, el estrés me comprimía el pecho: ¿dónde voy a dormir? El frío apretaba, el cielo gris y compacto anunciaba una nevada. La ironía -o bendición- era la fecha: 24 de diciembre. "Entendí a María. ¿Dónde naceré?", escribí en mi diario sentada en un café con señal inalámbrica, mientras liberaba tensión con lágrimas y tecleaba con testarudez alguna otra posibilidad. Recordé algunos de los "inns" económicos que había visto en el trayecto la noche anterior, cuando un taxista somalí me recogió en el aeropuerto.

Finalmente, encontré refugio en un hotel de paso en Parvin Road; una habitación sencilla decorada en tonos marrón viejo.

¿Qué buscaba en Kansas City con tanta impaciencia? A Unity, una comunidad espiritual que nació en el siglo 19 y que hoy es una de las tres ramas de lo que se conoce como "nuevo pensamiento". Es fuente de innumerables autores clásicos y modernos de auto-ayuda, una fusión de espiritualidad oriental y occidental, hogar del poeta James Dillet-Freeman (quien envió un poema a la Luna), y una interpretación sagaz de Jesús como un guía, no como el único ser divino en la Tierra.

Lo más difícil de esta etapa del viaje -que comenzó en una playa en Puerto Rico seis meses antes, continuó en tres ashrams en India y un monasterio en España- era explicarle a mi familia por qué había escogido aquella Navidad fría, lejana y solitaria.

El 25 fue el día en que mi papá se enteró de los detalles de cómo había perdido mi trabajo en Puerto Rico y la dolorísima decepción espiritual que allí había...

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