Réquiem por una buena reputación

fBenjamín Torres Gotay

btorres@elnuevodia.com

La frase, que se ha oído por ahí alguna vez y cuyo origen, como tantas de su cuño, se desconoce, debe estar sonándole dentro de la cabeza a Jenniffer González, presidenta de la Cámara de Representantes, en estos días, como una campana, en el sueño y en la vigilia.

Ya sabremos por qué.

En el envenenado ambiente de la política partidista puede que mucha gente no lo haya visto, pero Jenniffer González no carece en absoluto de algunos méritos notables.

No es poca cosa, si no hubiera nada más que atribuirle, y lo hay, que una mujer de extracción proletaria clásica, sin abolengo de clase alguna, haya podido vencer a dragones y a minotauros para obtener la presidencia de la Cámara a los 32 añitos, como pasó con ella en el 2009.

Pero no se quedó ahí.

Uno sabe que nada es perfecto, uno puede que no esté de acuerdo con el 99 o con el 100% de las cosas que ha hecho Jenniffer González en la presidencia cameral, ni pueda excusarla de las desdichadas políticas públicas de las que ha sido parte u ocasionalmente promotora.

Mas eso de no estar de acuerdo con algo que alguien haga es tan parte de la vida como respirar y, estipuladas las diferencias, la verdad es que a Jenniffer González casi nadie podría haberle atribuido deshonestidad intelectual, mucho menos actos corruptos.

Además, y esto es algo que, manos arriba, habrá que agradecerle por mucho tiempo, le ha cerrado el paso una y otra vez en la Cámara al integrismo religioso que ha plantado bandera en todas las demás instituciones importantes del actual gobierno.

En resumen, salvo las pajas que inevitablemente le caen de cuando en vez a la leche, y si uno no le ve valor solo a los que pueden recitar de memoria versos de Milton o hacer un análisis semiótico de la Primavera de Praga, es de lo mejorcito que podía encontrarse entre nuestros políticos.

O lo era. Hasta ahora.

Por razones que de momento no es posible ni imaginar, Jenniffer González ha puesto su prestigio al servicio del bárbaro de José Luis Rivera Guerra. Si la cosa sigue madurando como está pintando, puede entonces que la reputación de la joven presidenta termine al final de esto tan magullada como el rostro de Rivera Guerra cuando fue atropellado al correr bicicleta hace un tiempo.

Es verdad, sí, que logró que la Comisión de Ética examinara el caso luego...

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