Réquiem por Cafrelandia

EDGARDO RODRÍGUEZ JULIÁ

ESCRITOR

Veamos asuntos más bonancibles para la pluma, como el despido de "La Comay" de WAPA: en una sala de urbanización en la 65 de Infantería veía a Myrta Silva, la Gorda de Oro en su papel de chismógrafa, antecedente, aquel su "Tira y tápate", del "SuperXclusivo" de "La Comay". La guarachera de otros tiempos tronaba en dicho programa contra Daniel Santos, acusándolo, en aquel lejano fines de los años cincuenta, de preferir la marihuana colombiana a la cubana. Aún yo no había llegado a la adolescencia y le pregunté a mi madre sobre la marihuana. Me contestó con su acostumbrado ingenio: "Eso es algo que fuman los marinos mercantes".

Con quince años ininterrumpidos como el programa de mayor público en la televisión puertorriqueña, con el "tira y tápate" de la "Comay" toda una generación de televidentes se formó en el disfrute autoindulgente de una de las tendencias más siniestras de la antillanía, es decir, la burla y la chabacanería.

Amenizado por un puertorriqueño cafre y un cubano fresco con pinta de guapachoso, el despido de la "Comay" podría ser acontecimiento digno de comentario sociológico. Pero no ha sido así; los quince años de fama se convirtieron en quince minutos camino al olvido; "La Comay" se fue, como diría T.S. Eliot, "not with a bang but with a whimper", otro testimonio más de la frivolidad nuestra de cada día.

Lo confieso: aunque coincidía con la hora de mi sagrado coctelito vespertino, veía de vez en cuando "La Comay", algo así como cuando, según mi amiga Milagros Socorro, uno lee a Rodríguez Juliá en diagonal, la mirada deslizándose oblicuamente de lado a lado, buscando polémica o escándalos, rebuscando en algo que esté sobre los senos plásticos de la Maripily.

"La Comay" me provocaba, sobre todo, cuando tronaba contra el mojoneo del Departamento de Justicia en el caso del Niño Lorenzo, cuyo altarcito me enternecía, también debo confesarlo; o cuando tronaba, muy en el ánimo de una lucha de clases inconfesa, contra los chanchullos hipócritas de Hernández Colón en el caso Casellas.

Todo Puerto Rico parecía divertirse con "La Comay". Mientras Kobbo Santarrosa lucía los Armani, "La Comay" se parecía a la Duquesa de Alba. Los políticos, con su santurrona hipocresía, le rindieron consecuente pleitesía...

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