Al rescate de la vocación médica

IBRAHIM PÉREZ

MÉDICO

Los médicos somos bendecidos con un privilegiado asiento de primera fila en la vida de cada persona, desde donde nos conectamos directamente con su corazón, con su mente y con su alma. Es ese noble privilegio el que le da significado a nuestra profesión. Esa conexión espiritual y emocional es esencial para establecer las bases de confianza, lealtad y confidencialidad que definen la relación médico-paciente. Para poder obtener la información más íntima que permita entender mejor la raíz de sus dolencias. Para que el médico pueda corresponder con comprensión y compasión, elementos tan cruciales para el éxito de la relación.

El deterioro moral, social y económico que nos ha impactado durante las últimas décadas ha tocado adversamente a nuestra profesión. Observamos desviaciones que jamás imaginamos ocurrirían con notable frecuencia entre los médicos: fraude, abuso sexual, conducta negligente, violencia, abuso de sustancias controladas, entre otros.

Los médicos tenemos que sobrevivir largos e intensos años de estudio y adiestramiento, con pocas horas para descansar y atender a nuestras familias. Es contra esa adversidad que se forja nuestro temple como médicos, que consolidamos el compromiso con nuestra vocación y juramento, que fortalecemos nuestra habilidad para identificarnos con el que sufre, para consolar, para generar bondad y afecto.

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