Al rescate el trabajo voluntario

UTUADO.- En una casa a orillas de una loma de este municipio del centro de la isla, un niño de 11 años pasa días y noches hundido en una cama atiborrada de sábanas y cojines, siempre bajo el ojo vigilante de su abuela, quien tiene su custodia.

Lo refresca un débil abanico de mesa y lo entretienen los merengues con estática que saltan de un radio de baterías enganchado en la manigueta de una ventana.

Se llama Yensen y padece de casi tantas condiciones como años tiene de vida: entre otras, tiene perlesía cerebral, hemorragias intracraneales, hidrocefalia y epilepsia, lo cual le causa múltiples convulsiones diarias.

“En una de esas convulsiones, se puede ir…”, dice la abuela, Rosa María Corraliza, casi susurrando, como si fuera una historia de miedo que, de ser hablada en voz alta, pudiera hacerse realidad.

Antes del huracán María, Yensen, quien tiene la edad mental de un bebé de siete meses, ríe en todo momento y hasta se contonea como bailando con la música del radio de baterías, estaba en un cuarto con aire acondicionado, pues el calor exacerba la frecuencia de las convulsiones.

Después del huracán, y tras haberse quemado por exceso de uso los dos generadores que tenía la familia, fue mudado a un cuarto menos caluroso, donde intenta seguir viviendo.

“Si la temperatura le sube, le aumentan las convulsiones”, reitera la abuela, otra vez en voz baja.

En el barrio Palmas de Utuado, donde vive Yensen, no hay energía eléctrica, como en la mayoría del resto de Puerto Rico.

Sus abuelos, ambos pensionados por incapacidad, carecen de los medios para adquirir otro generador.

No han tenido ayuda, por ahora, de ningún gobierno.

Pero no están solos porque, como cientos de miles de otras familias puertorriqueñas, fueron tocados por la mano, tierna, sabia, omnipresente y solidaria, de incontables voluntarios y organizaciones no gubernamentales y comunitarias, que, desde las horas inmediatamente posteriores al paso del huracán, cuando el país y el gobierno no salían aún del aturdimiento, estaban en las comunidades atendiendo las necesidades más básicas de los cientos de miles de afectados.

En el caso de Yensen, sus necesidades más urgentes les fueron satisfechas por vía de Luis Cortés, un joven médico utuadeño que, tan pronto puso su familia a salvo tras el paso del huracán, se fue de voluntario por las comunidades a atender situaciones de salud y poner a los necesitados en contacto con quienes pudieran ayudarlos. Cortés, quien además de médico es el...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR