Los niños del residencial

Por Ricardo Cortés Chico

rcortes@elnuevodia.com

Algunas de estas adversidades se aprecian simplemente al revisar las características de la población que vive en los caseríos. Por ejemplo, según estadísticas del Departamento de Vivienda federal, más de la mitad de las familias carece de la presencia de alguno de los progenitores. En el 81% de estos, una mujer es la jefa de familia.

El escenario económico, por su parte, es tan grave que el ingreso promedio por familia es de $ 569 mensuales.

Unas 120,701 personas viven en los 330 residenciales públicos que existen en Puerto Rico. De esa población, 55,221 (43%) son niños.

"¡Y el discrimen que trae vivir ahí! Para muchos que alguien viva en un residencial implica que eres lo peor", explicó Luisa Seijo, profesora de Trabajo Social.

No es que se trate de una adversidad insuperable. Miles de jóvenes logran desarrollarse personal y profesionalmente pese a los obstáculos que les trae la pobreza, explicó Orlando Rosario, representante de los residenciales en la Administración de Vivienda Pública.

Lo determinante en el futuro de un joven de un residencial, no es que en el llugar haya muchos o pocos puntos de droga sino la atención familiar, los valores que se inculquen y las oportunidades que tengan de desarrollo social, explicó.

"Todo depende de la familia, las herramientas y las oportunidades. En eso (oportunidades) el gobierno y las empresas pueden ayudar mucho ayudando a traer esos recursos", dijo Rosario, quien vive en el residencial Jardines de Country Club en Río Piedras.

Allí, el ocio algunas veces atrapa a Joseph Aquino Moux, de 14 años. Combate el aburrimiento viendo películas, entreteniéndose con juegos de mesa o imaginando una que otra travesura, como tirar piedrecitas a la ventana de algún vecino.

"Pero de las bien pequeñitas para que no hagan daño", relató el joven entre risas tímidas. Eso era de lo "más malo" que había hecho en su vida pese a los estigmas que carga por haberse criado en caseríos, en su caso, entre los residenciales Monte Hatillo y Jardines de Country Club en Río Piedras.

BUENOS PÁRRAFOS:

Las vacaciones de verano apenas comenzaban y aquella mañana ya asomaba como uno de esas en las que el aburrimiento se posesionaba de la vida de Joseph.

La Biblioteca Electrónica del complejo de vivienda, donde tiene acceso a la Internet, abría por las tardes. La cancha estaba abierta pero el sol intenso ahuyentaba a las personas. Algunos jóvenes ante el calor del día se daban un chapuzón...

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