Rey de las campanas

Por Jorge L. Pérez

jorge.perez@elnuevodia.com

Pero los que para muchos resultaron más inesperados y para algunos hasta se robaron el show al verse acompañados por de una coreografía con 600 bailarines, fueron los más de 10 minutos dedicados a la música de Mike Oldfield, empezando por su espectacular 'Tubular Bells' de 1973.

Después de la ceremonia, según se dijo, muchos de los artistas representados registraron un gran incremento en las ventas de sus discos, pero el líder absoluto fue Oldfield, cuyo catálogo -al menos en Inglaterra- supuestamente se aupó por más del 700%.

Y entre sus discos, seguramente, el más comprado habrá sido Tubular Bells, uno de los discos más raros y curiosos de la historia de la llamada música popular.

En septiembre de 1972 -hace poco más de 40 años- Oldfield se internó en el estudio The Manor en Oxfordshire, al sureste de Inglaterra, y en cuestión de una semana grabó por su cuenta lo que luego sería el lado A de Tubular Bells, una composición ininterrumpida y prácticamente instrumental de más de cuarenta minutos de extensión.

Era una obra que llevaba años concibiendo el guitarrista y bajista de apenas 19 años, desde que había debutado como acompañante de su hermana Sally en un disco en la onda 'folk' y, después, cuando había pertenecido a la banda del excéntrico cantante de rock, Kevin Ayers.

Fue a fines de su estadía con esa banda -conocida como The Whole World- que, según se dice, Oldfield le pidió prestados a Ayers un órgano y una grabadora y empezó a plasmar las melodías que venían rebotándole dentro de al cabeza.

Al cabo de un tiempo, cuando ya había elaborado una versión preliminar de lo que entonces llamaba 'Opus One', Oldfield se presentó ante varias casas disqueras -Harvest, CBS, WEA- proponiéndoles su disco.

A todos les gustó, pero pensaron que resultaba una inversión demasiado arriesgada por tratarse de un tipo de música poco convencional y de un artista desconocido.

Quien finalmente le dio el 'sí' fue el propietario de una cadena de tiendas que vendían discos usados y por correo llamada Virgin, un tal Richard Branson. A pesar de que su compañía atravesaba por problemas económicos, Branson de inmediato se convirtió en su manejador y le proveyó el adelanto necesario para que empezara a grabar.

Por suerte, Oldfield se había hecho amigo de Tom Newman, ingeniero de sonido de un estudio acabado de inaugurar, conocido como The Manor, el cual contaba con la novedad de poseer una consola de 16 canales de...

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