Rómpela

Yara Liceaga

Para entonces la gritadera de un corillo que estaba exaltado fuera de un negocio cercano y la joven que se acerca a los policías habían establecido que el chamaco había entrado al negocio como Pedro Por Su Casa y se había robado la 'laptop' "relax". Los guardias seguían en la esquina.

Se había formado la trifulca más abajo de la esquina cuando llega un pana del pelú con un objeto punzante. El chamaco con esa inteligencia de la calle no había ido a robar solo, de manera que en cuanto el objeto punzante entra a escena, el grandote amigo del chamaco también, pero con esa astucia característica de los rateros se sube la camisa y dice: "Plomo, plomo es la que hay".

El tiempo detiene la acción, o sea, los puños. El tiempo, quiero decir, la pistola. El corillo sigue en una incesante denuncia a los policías, que permanecían inmóviles repitiendo 'ad nauseaum' que el procedimiento era que se preparara una querella. Los rateros...

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