Los rostros de la lucha y la entrega

Cuando el gobierno decretó el primer cierre de operaciones en marzo del año pasado, Giselle Cabán tenía un trabajo estable como educadora en un centro de salud. Pero, tras seis años de labores, tuvo que renunciar luego que se le negara una petición de acomodo razonable para trabajar desde su hogar."No querían darme tiempo parcial o darme parte del trabajo remoto, que sí se podía hacer... Tuve que agotar mis días, después tuve que tomar una licencia sin sueldo que me la permitieron solo por un mes", narró Cabán, de 29 años y madre de una niña de dos años.Cuando le tocaba regresar al trabajo de forma presencial tras agotar la licencia sin sueldo, dijo, comenzaron a aumentar los contagios por el COVID-19, cerraron los centros de cuido y se vio obligada a renunciar.A la pérdida de empleo, se sumó la ansiedad de los cuidados que requiere la pequeña de dos años y el temor a un posible contagio, ya que su esposo es enfermero y trabaja en una institución médica."Él (su esposo) entra a las 7:00 a.m. y sale a las 7:00 p.m., así que prácticamente yo la tengo sola", dijo.Poco a poco, la ansiedad fue escalando al punto que comenzó a sufrir de ataques de pánico y palpitaciones fuertes. "Ahí, comencé a coger miedo a salir, a guiar... Me llené tanto de temor que me encerré prácticamente en casa", dijo Cabán, quien está recibiendo ayuda profesional.En octubre, empezó a trabajar de manera remota en un empleo temporero, en el cual -hasta ahora- ha podido cumplir con sus responsabilidades. Hace unos días, sin embargo, le pidieron que comenzara a laborar de forma presencial.Cabán, sin embargo, aún no está lista emocionalmente ni tiene opciones de cuido para su hija."No me siento preparada para guiar", compartió.Persiste la luchaLa jornada laboral de María Meléndez -quien solicitó no ser identificada por su nombre real- comienza a las 6:00 a.m. en la cocina de una panadería, donde trabaja turnos de cuatro horas, cinco días a la semana. Una vez concluido el turno, no hay descanso. Es entonces cuando Meléndez empieza a vender unos vasos insulados para generar ingresos adicionales y empatar la pelea."Todavía es algo desesperante, pero yo ando en la calle siempre vendiendo algo. Ahora mismo, estoy en la calle y acabo de entregar cuatro vasos", relató sobre lo que ha sido este año.Los primeros meses de la pandemia fueron igual de retantes. Meléndez perdió su trabajo, lo que le impidió enviar la ayuda económica que semanalmente envía a su mamá en la República...

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