Sabores de antes a viva voz

YARA LICEAGA

Especial para El Nuevo Día

na vez Cornelia Jean Sublett Berríos tomó la decisión de mudarse al archipiélago puertorriqueño hace seis años cuando todavía no estaba tan en boga la tarea individual de reinventarse para sobrevivir, ya ella tenía la idea de dar un giro a su vida de "freelancer" y aprovechar ese deseo de absorber sus raíces isleñas para plasmar en papel parte de la historia de su familia, que emigró de Fajardo hacia Estados Unidos en los años ochenta.

La oportunidad se dio a partir de la apertura de una exhibición de arte, para la cual hizo unos pastelillos que causaron sensación. Una buena amiga la animó a que hiciera de los pastelillos una marca y así fue.

Para ello se hizo de una canasta y un sombrero, una falda y una camisa sin mangas, las empanadillas y sus propias piernas y anduvo las zonas de Isla Verde, el Condado, Puerta de Tierra y Viejo San Juan pregonando, a la manera -y con la receta- de su abuela quien "venía todos los veranos y ella me enseñaba a cocinar. Mi abuelita nació en 1910 y ella hacía todo. Olvídate de los paquetitos de sazón, eso era calentar el achiote para sacarle todo", recuerda con entusiasmo.

Esa misma cualidad artesanal de la cocina la adoptó Cornelia para su empresa, Cornelia's Gourmet Food, que hace cinco años comenzó cuando se dio a la tarea de confeccionar empanadillas y distribuirlas ella misma por las playas y calles del área metropolitana. Así fue re-encontrándose con su ser boricua, a través de esa cercanía con los consumidores, pues de Puerto Rico sólo tenía recuerdos de niñez, los cuales describe como "bien mágicos". Unos recuerdos en tonalidades verde, llenos de olores y sabores particulares.

"Ella tenía una mesa grande en la cocina y lo llenaba de hojas de plátano para preparar las comidas", cuenta sobre su abuela, de quien heredó su primer nombre y el don para hacer negocios con lo que producen sus manos. "Vengo de una familia grande que cenan todos los domingos juntos. Esa tradición de comida es bien fuerte".

Cuando se le pregunta por qué decidió dedicarse a pregonar, oficio casi desaparecido en el archipiélago, contesta: "Lo hice de esta forma que para mí era la mejor forma de estar en contacto con la gente y conocer personajes". De uno de ellos, que es de sus clientes favoritos, don Ricardo Alegría, relata, "le llamo: 'Pastelillos, pastelillos' y él aparece en su balcón". Esa manera de decir al aire la palabra 'pastelillos' ha ido transformándose con el tiempo y...

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