Salto

Rosa Mercado

Alguna vez fue niña esa mujer y soñaría con ser grande y tener una casa, un patio, un jardín, un perro y, quién sabe, hijos y marido. No soñaría con ser recolectora de basura. No soñaría con pasearse entre montañas de desperdicios buscando la manera de obtener su sustento.

En Juana Díaz, Puerto Rico, hace tres meses, una máquina compactadora puso fin a la vida de la mujer de cincuenta y tantos años. Entre el ruido de las máquinas, el zumbido de las moscas, la peste que aturde lo sentidos, los problemas que ocuparían su mente, la mujer no escuchó la maquina que la levantó del suelo y la elevó junto a las latas de refrescos, los galones plásticos, las bolsas de las tiendas por departamentos, las sobras de comida. El chofer de la maquina no la vio, dice el parte de prensa. Así que la mujer fue aplastada y mezclada con la basura hasta que, al oír sus gritos, uno de los dos hombres que manejaban la maquina, se percató de su presencia. La recogieron, la llevaron al hospital y falleció.

Como la mujer de esta historia nunca apareció en las páginas sociales ni...

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