Sandra Colón

Hace apenas dos semanas mi esposo, mis hijos y yo nos mirábamos y nos reíamos porque papi, de camino a Ponce, no paraba de hablar. Hablaba de todo lo que le viniera a la mente: datos históricos al azar, de la fecha del plebiscito, del cambio climático, de su hermano Luis en Barranquitas, del proceso de erosión, de los números del Pega 3 y de las próximas carreras de caballos. Todo con especial lujo de detalle… maestro de historia toda su vida, nosotros sus estudiantes, su audiencia cautiva por una hora y media. Su aportación a la visita fue un jamón dulce cuya receta sus nietos reclaman con carácter de exclusividad y hecho por su propia mano con cautelosa precisión de ingredientes. Vestido y arreglado de punta en blanco, con su brillantina Alka (sí, existe aún), pantalón de vestir, sus botas y con su camisa con bolsillo para guardar toda una serie de importantes artículos: su peinilla, su bolígrafo, chicle para sus nietos, anotaciones de su propia mano, varios cuadritos de una agencia hípica en Gurabo y una tarjeta con su nombre completo: Rafael Colón Berríos; y todos los medicamentos y vitaminas que toma…todo meticulosamente organizado.

Pasamos una tarde de almuerzo y risas entre viejos amigos, recordando anécdotas ayudados por él mismo con una impresionante precisión de nombres, números y datos.

Una semana más tarde todo eso cambió: “Mija, ven a buscarme, no me siento bien”. Fui inmediatamente, lo noté desorientado y lo llevé junto a mi hermano a una sala de emergencia donde luego de cuatro horas lo dieron de alta con un diagnóstico de reflujo…

Sin embargo, no tardé mucho en darme cuenta que se trataba de algo más serio. No coordinaba bien sus pasos, no lograba enfocar la mirada. Luego de bañarlo y de que durmiera unas buenas siete horas, se despertó más alerta, pero aun algo andaba mal. Fui a su médico de cabecera y con tan solo mirarlo, se dio cuenta: “Sandra, a Don Rafa le dio un TIA (Transient Ischemic Attack)”. Nos fuimos a la sala de emergencia de un hospital que maneja ese tipo de ataques. Su tarjetita de medicamentos fue muy útil para agilizar el registro. Entre exámenes y consultas médicas, tuvimos tiempo suficiente para hablar de lo sucedido. Caminaba lento. “Antes yo te llevaba a ti de la mano, ahora me llevas tú a mí.” Ciertamente, mi padre era ahora mi niño. ¡Que sagrado momento! “Yo amo la vida, y quiero seguir viviendo”, me dijo. Era lo único que necesitaba escuchar para coger un segundo aire y activar al personal a mi...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR