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Un santo lío

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Vincent

SILVERIO PÉREZ

HUMORISTA

Vivimos tiempos parecidos y, a la vez, muy diferentes. Puerto Rico se enfrenta a una crisis económica, política y social sin precedentes. Lo que fue ya no es y lo que hicimos ya no nos sirve, aunque haya muchos políticos que aún no lo acaben de entender. La gente ha perdido la fe en que la alternancia de los tradicionales partidos políticos sea la solución. Es más, una gran parte del pueblo, los que no son seguidores irracionales de las dos tribus políticas, cree que esa alternancia y los dos partidos son los responsables de la crisis.

En la escena internacional la violencia en Ucrania y las manifestaciones en Venezuela son el ejemplo inmediato de un mundo que anda en busca de un nuevo equilibrio. Desgraciadamente todavía muchos analizan estas situaciones aferrados aún a los viejos dogmas de la Guerra Fría: si Nicolás Maduro es de izquierda hay que apoyarlo si soy de izquierda, y si soy de derecha, tengo que apoyar el derrocamiento de la "dictadura venezolana". Ni en lo internacional ni en lo local encontraremos soluciones usando los viejos paradigmas con los que hemos vivido.

La Iglesia Católica, a nivel local, se enfrenta a un reto mayor al que le tocó en 1968. Las acusaciones de abuso sexual de algunos sacerdotes y, más aún, la resistencia de la jerarquía a ser totalmente transparente, como resulta evidente en la diócesis de Arecibo, requiere de acciones contundentes que no se atisban en el futuro inmediato. Curiosamente esto ocurre cuando, por fin, la Iglesia Católica tiene un papa como Francisco que ha traído alegría, fe, esperanza y cambio a la anquilosada institución. Si los sacerdotes puertorriqueños y su jerarquía emularan a su sumo pontífice la crisis se trastocaría en un reavivamiento de la vida cristiana en el país.

El Departamento de Justicia tiene que actuar sin que le tiemble la mano en el caso de la diócesis de Arecibo. Las actuaciones del obispo Daniel Fernández, tanto ahora desde el poder, como cuando era un sacerdote perseguidor...

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