Santurcear

LUIS RAFAEL SÁNCHEZ

ESCRITOR

No se santurcea con miedo por neurosis. Se santurcea con miedo porque la oscuridad favorece al ladronazo, quien, armado de puñal, le recita al cliente los especiales del menú: "¿Con dolor o sin dolor?". Como también favorece al raterillo que desconecta la batería del automóvil en menos de un santiamén y al asaltante que voltea las ATH con fingida casualidad e intención de tumbe. Hablan, por sí solos, los cadáveres de quienes fueron "tumbados" en las inmediaciones de una ATH, luego fueron secuestrados, luego fueron asesinados.

Sí, mal alumbrado está Santurce, el archipiélago de universos boricuas que germinó del poblado cimarrón San Mateo de Cangrejos. Bueno, universos boricuas en su inmensa mayoría, pues los hay dominicanos de un tiempo a éste. Que el masivo asentamiento de dominicanos, a lo largo de la Avenida Fernández Juncos, ya tiene nombre. Uno agringado, por cierto: "Little Quisqueya". Por boricua y por caribe yo prefiero nombrar "Santurce de Macorís" dicho asentamiento.

  1. Allá en el siglo veinte, el hoy muy mal alumbrado Santurce abrazó la modernidad con la energía eléctrica como cómplice. A diferencia de Old San Juan, recinto de una belleza suspendida en el tiempo, y por ello una belleza intocable, la básica humildad de Santurce le facilitó asimilar modernidades: las discotecas, las escaleras mecánicas, los ascensores.

    ¿Los ascensores? Sí, de repente se hicieron imprescindibles porque Santurce se acostó a ras del suelo y se levantó por las nubes. Habida cuenta del fenómeno, las autoridades instalaron bombillitas rojas en el cucurucho de los edificios, como tierno mensaje a los aviadores alelados por la belleza costeña: "Evite tropezar, Santurce crece".

    Allá en el siglo veinte fueron por docenas que irrumpieron en Santurce los cines con marquesinas borrachas de luz. Además irrumpieron las penumbras de diseño artificial y tentador, diseño que invitaba a frecuentar los "key clubs" y los "piano bars": el reino de la espectacular Lucy Fabery tuvo dichos clubes y bares por dominios iniciales; luego, la Muñeca de Chocolate sumaría La Habana, París, el México D. F. a sus dominios.

    Allá en el siglo veinte, Santurce era un río de neones que, como Milán y Lisboa y Praga, hasta podía navegarse en 'troli'.

  2. ¿Sirve de algo revolcar yaguas viejas? Sirve de poco. Mejor dejar en paz el grueso álbum de recuerdos y asentir al comentario de aquel novelista inglés: 'El pasado es un país extranjero, allá hacen las cosas de...

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