El secretario y la Asenjo de Barrio Obrero

ABOGADO

Entre los nombramientos anunciados, uno me merece especial atención. Me refiero al del secretario de Educación, Rafael Román Meléndez. Quizás se sorprenderán por qué. Es que viene a la secretaría del Departamento de Educación desde la Escuela Federico Asenjo de la Avenida Borinquen del Barrio Obrero, donde era su principal. En esa escuela hice la intermedia y me gradué de noveno grado.

Y ese hecho me hace recordar.

Soy parte de la legión de adolescentes que desde Villa Palmeras veníamos y regresábamos a pie y desde la Asenjo, subiendo y bajando la calle Nueve y la Tapia. Otros venían de Las Palmas, Monteflores, Shanghai, Checo, así como del propio Barrio Obrero, entre otras zonas. Eso de llevar y buscar a los hijos en automóvil a la escuela era inexistente. Cuando a los que teníamos que subir cuestas nos correspondía tomar las clases en la sesión de la mañana bajo el sistema de "interlocking", salíamos pasado el mediodía corriendo para llegar primero al quiosco que estaba al lado del "school supply", próximo a la escuela, para comprar un maví de tres centavos y un bizcochito o budín de esquina, de dos (cuando los teníamos) para coger fuerzas y subir la calle Nueve. En ese ir y venir, cuando no había una novia por el medio, discutíamos de béisbol Cangrejeros y Senadores.

En la Asenjo tomé un curso de adaptación de dos semanas antes de empezar las clases en séptimo grado en que nos conocimos los que veníamos de las escuelas elementales Caimary, Bacener, Gómez Brioso y otras. Ello facilitaba la rápida integración de estudiantes y fomentaba la paz.

Allí también me tocó vivir la experiencia del cambio de las clases del inglés al español, motivo de celebración para todos. Por primera vez estuve en una escuela en que los "niños" entraban por un lado y las "niñas" por otro, lo que extrañé y rechacé por razones distintas a las que tendría ahora (interesaba acompañar a su salón a una amiga que me "gustaba"). Toda vez que venía de una escuela en que sólo enseñaban maestras me sorprendió tomar clases con maestros varones, además de los de artes industriales. Estos asistían a sus clases con gabán y hasta corbata a pesar del bajo sueldo.

El "faraón del verso negroide", Juan Boria, fue mi maestro de encuadernación de libros y nos cuidó en varias ocasiones cuando el maestro en propiedad estaba ausente, como era la norma, para evitar que nos fuéramos a la calle y abandonáramos las aulas. Siempre nos leía artículos de interés que comentaba en...

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