El secreto de un brócoli

Por Samadhi Yaisha

Especial El Nuevo Día

Ahora respiraba pidiéndole a Dios que aliviara mi brazo izquierdo y ese lado del pecho; ambos se inclinaban apesadumbrados. Su respuesta fue un ciclo de reuniones sobre el perdón y un taller de técnicas de liberación emocional ofrecidos en el templo que visitaba los domingos. Me sentía mejor a ratos, pero la ola emocional regresaba, parecía más fuerte. Me sorprendí a mí misma sintiendo pavor de compartir con otros y temor porque había hablado de vivencias espirituales dolorosas sin haber visto que alguien se atreviera antes de mí. Escribir de ello me liberaba y sentía que liberaba a otros que como yo se habían dejado seducir por métodos alternativos que prometían ser "el único camino"; una promesa de transformación atada a un compromiso económico que poco a poco se convertía en codependencia. A través de ese proceso de perdón y de lo que había visto en el documental "May I Be Frank", intentaba responsabilizarme genuinamente por mis actuaciones en vez de señalar a otros.

Mi responsabilidad radicaba en que yo pedía opinión para cada cosa y dejaba de lado mi guía interior; en que seguí confiando pese a señales de que había cosas que no me funcionaban, como los consejos de aspirar a una segunda carrera de la cual no estaba segura y que terminó siendo un camino de mucho dolor. Había sido más una aspiración de dinero que del corazón, cansada de vivir económicamente asfixiada.

¿Pero y realmente había estado tan apretada? El tuc, tuc del cuchillo sobre los vegetales ahora me narraba una historia diferente y me transportaba a la cocina de seis años atrás, que aunque pequeña, era más espaciosa. En aquella época en la que buscaba la plenitud y me quejaba de privaciones materiales, tenía mucho más que los tres cacharros de ahora para cocinar, un mueble y los pies como medio de transporte.

Tenía brócolis. Sus cabezas brotadas en flor y sus tallos esponjosos por dentro eran fuente de vitaminas C, betacaroteno, casi todo el complejo B, calcio, hierro, magnesio, fósforo, potasio, zinc, agentes antivirales y antibacterianos, propiedades anticancerígenas y reparadoras del ADN de las células.

Antes de lanzarme a la aventura de buscar el éxito económico indiscutible, mis pequeñas alegrías consistían en comprar vegetales frescos, pan de granos germinados, granos enteros y quesos de arroz; hablarles con cariño mientras los acomodaba en un plato y agradecer su regalo de vida. Iba a mi casa a preparar almuerzo y a veces...

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