El segundo aire de Luis Fortuño

Por Benjamín Torres Gotay

btorres@elnuevodia.com

Luego de 18 meses en que casi nada le ha salido bien, el lunes los vientos parecieron girar a su favor.

En un mensaje impecablemente coreografeado y ejecutado, estuvo por más de una hora como un potentado tirándole billetes a los contribuyentes desde el estado de la Cámara de Representantes y hasta pudo tomarse un minuto para darle un cocotazo a los populares al arreglar para que, con el País mirando, se les entregara el informe que presuntamente los responsabiliza de todos nuestros problemas.

Muchos vieron el mensaje como el inicio de la campaña de reelección de Fortuño. Y como discurso de campaña pocos pueden negar fue efectivo, pues a quien hace poco consideraban un cadáver político lució el lunes entusiasmado, energizado, a la ofensiva contra la oposición, con el control de la agenda, dispuesto a dar la batalla.

Sin embargo, al apaciguarse los aplausos, al desmontarse las tarimas en las afueras del Capitolio, al terminar su "ángel guardián, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día" en su habitación en La Fortaleza esa noche, Fortuño volvió a la realidad y debe haberse dado cuenta de que, aun con todo el billete que prometió, sigue siendo muy empinada para él la cuesta hacia las elecciones del 2012.

Uno escucha lo que comenta la gente en las filas, en la radio, en los foros de internet, en dondequiera, y se da cuenta de que queda en la calle demasiada mala sangre, desconfianza y desesperanza por todo lo ocurrido durante los pasados dos años, como para pensar que el borrascoso panorama que enfrentan Fortuño y el Partido Nuevo Progresista (PNP) pueda disiparse así de un día para otro.

La promesa de alivios contributivos es extraordinariamente atractiva, como saben todos los políticos desde que el mundo es mundo. Pero, el ambiente en la calle está demostrando que Fortuño y sus asesores pueden estar muy equivocados si piensan que con sólo eso pueden sacarse la soga del cuello.

Por ejemplo, lo primero de lo que habla la gente cuando se le menciona el tema de los alivios contributivos, aparte de la incredulidad instintiva que generan todas las promesas de políticos, es el fatídico 30,000, en alusión al número de trabajadores estatales que perdieron este cuatrienio.

Esos 30,000 empleados y sus familiares, de hecho, tienen desde el lunes más razones que antes para estar enfurecidos con Fortuño, porque aunque...

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