Segundo veredicto de culpabilidad

El primer “guilty” tronó en la sala #2 del Tribunal Federal con el brío de los rayos de la vaguada que ayer pasó por la región. El empresario Juan Bravo bajó la cabeza y, de forma espontánea, su abogada María Sandoval colocó una mano sobre su hombro.

De pie y flanqueado por sus representantes legales, al exsenador Héctor Martínez se le apagó el rostro mientras la secretaria de sala leía el segundo laudo del jurado. Por segunda ocasión en la mañana, retumbó en el frío salón: “guilty”.

Luego de nueve horas de deliberación, siete hombres y cinco mujeres encontraron al dúo culpable de un cargo de soborno, que contempla una pena máxima de 10 años de cárcel. En un trámite de unos 10 minutos pero que alteró la vida de los dos acusados, los jurados entraron y salieron de sala en fila y sin mirar a los acusados.

El juez federal Franciso Besosa pautó la vista de sentencia para el 30 de agosto.

Concedió tiempo a los abogados Abbe Lowell, Keith Rosen, Sonia Torres Pabón, María Sandoval y Jason Weinstein para que presenten los alegatos para su petición de absolución perentoria, que busca que el juez revoque el veredicto del jurado si determina que la prueba era insuficiente.

Además, dio tiempo para responder a los fiscales Peter Koski, Monique Abrishami y Gwendolyn Stamper, quienes presentaron un caso que se apoyó en evidencia circunstancial y, en ocasiones, conflictiva.

Culminado el proceso, los fiscales salieron de sala sin realizar comentarios. El trío de fiscales, que forma parte de la División de Integridad Pública de Washington D.C., tampoco objetó que Martínez y Bravo permanecieran libres bajo las condiciones de su fianza.

Lowell, por su parte, abandonó el salón de sesiones a toda prisa y con la marca de la confusión en el rostro.

“Es que no entiendo, no entiendo”, repitió en inglés.

Martínez y Bravo se congregaron en el vestíbulo frente a la sala de Besosa para fundirse en abrazos con familiares.

Luego de reagrupar fuerzas, Martínez salió del juzgado lloroso. Del brazo de su madre, Persida Maldonado, caminó ese largo trecho entre el edificio de la corte y la salida que desemboca en la avenida Chardón.

“Solo Dios sabe”, musitó antes de abandonar el lugar.

Luego, Bravo salió acompañado de su esposa e hijos, quienes lo acompañaron durante el juicio, que se extendió durante un mes.

“(Estoy) sorprendido, decepcionado, pero no vencido... Voy a sacar fuerzas y seguir peleando porque yo soy inocente”, afirmó.

Hubo errores

Las licenciadas Torres y...

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