El serio compromiso de adoptar

Por José R. Pagán

jpagan@elnuevodia.com

El gesto de querer integrar una mascota al núcleo familiar es admirable, y muy necesario diría yo. Pero hay casos en que el contexto en que esto ocurre deja mucho que desear.

Tres semanas atrás me hice cargo del perro que un familiar muy cercano ya no quería cuidar. Y desde entonces he agotado todas las alternativas a mi alcance para buscar quién cuide de él. El animal, hermoso por demás, sigue en espera mientras desfilan por su frente los posibles candidatos para adoptarlo.

El primer interesado fue un caballero que puso el grito en el cielo cuando le pregunté si consideraba la castración. "No. Quiero casarlo con la perra que tengo en casa", dijo. Y de inmediato quedó descalificado, pues no voy a consentir que se sigan procreando animales sabiendo la enorme cantidad de ellos que terminan deambulando.

Luego de otros intentos fallidos, apareció una chica que demostró un interés arrollador. Vio la foto del perro. Se lo llevé a la casa y compartió con él unos minutos antes de decirme: "Lo llamaré Príncipe, por lo lindo que es".

Me retiré de allí con buena cara. El optimismo se me salía por los poros, hasta que 15 minutos después sonó mi teléfono. Demasiado hermoso el panorama para ser...

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